Capítulo X
Pero el idilio de esta enfermera con el puesto
de supervisión duró poco tiempo, y en abril de 1989 (ni siquiera un año
después) mi todavía director de enfermería volvió una vez más a insistir en mi
persona como supervisora de la unidad. Viendo que en esta ocasión ya nadie
quería el puesto (meses después entendería los motivos) y tras una ardua digestión
de los pros y los contras, pensé... ¿Y por qué no?, los retos están para
superarlos, no quería bajo ningún concepto preguntarme años después qué hubiese
pasado.
La unidad de Diálisis me encantaba, y el hecho
de haber tenido una mala experiencia con la gestión que me tocó cuando
trabajaba allí me convenció de que si quieres que algo cambie el cambio comienza en ti. Así que me decidí a tirar para
adelante, a intentar hacer las cosas bien, como tantas y tantas veces nos
habíamos planteado en la salita mientras arreglábamos el mundo... En esta
ocasión dejaría de quejarme e intentaría hacer las cosas lo mejor posible, le
estaba poniendo el cascabel al gato.
Un 17 de abril de 1989 inicié mi andadura en
el mundo de la gestión sanitaria. Las expectativas que tenía puestas, la verdad
que no eran muy ambiciosas: hacer las cosas lo mejor posible, tener siempre al
paciente en mente a la hora de tomar las decisiones y sobre todo hacer las
cosas de forma participativa, contando con la experiencia y el saber de todo
el equipo.
La gente en general me recibió, digamos... que
ni bien ni mal, simplemente me recibió. Todas me conocían ya que había sido
compañera durante unos años, pero tenían la mosca detrás de la oreja y como
muchas me confesaron después, pensaban que iba a "dar mucha caña".
Estaban convencidas de que era el arma que la dirección disponía para
atormentarlas. Nada más lejos de la realidad.
El primer año fue muy duro, hacerme con la
gente, con el manejo de toda la parte administrativa, gestionar recursos
materiales y humanos, coger el ritmo a la unidad fue agotador.
Ese mismo otoño me decidí a hacer un curso de liderazgo profesional, que sería
la primera línea de mi currículo gestor. Lo impartía un brillante coach que me enseñó la importancia y el
significado de palabras como resiliencia,
expresiones como win-win, que
primero hay que hacer lo importante y no lo urgente, me abrió la puerta al
mundillo del liderazgo emocional...
Claro que nada de eso se llamaba así entonces, pero era lo-mismito-lo-mismito,
no hemos evolucionado mucho en las cuatro reglas de la gestión de equipos y
el liderazgo… Eso sí, hay que tener actitud (eso, lo tenía de serie), aptitud (un equipamiento que tuve que adquirir) y temperamento (y de eso, descubrí que tenía menos -o peor- del que pensaba).
Mañana: "¿Por qué no?" (3)
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