Capítulo XII
Fly me to the moon (1)
Pensé que iba a volver a contarte mis
experiencias como enfermera asistencial –que,
entre tú y yo, es lo que siempre me motivó más profesionalmente–, pero al
releer casi por casualidad el texto que te envié hace unas semanas sobre mi
experiencia gestora [se trata de los dos capítulos anteriores de esta Lectura de Verano 2016 que empiezan aquí; nota del editor del Blog] reviví toda aquella amargura. Gran amargura y gran enseñanza.
Supongo que tú suavizarás algo el texto, para
que toda esa amargura no se trasvase desde mi corazón al de tus (nuestros) lectores,
pero aun así creo que hay que transmitir a la gente que nos lee que las
experiencias no siempre salen tan rematadamente mal. Que se aprende de los
fracasos más que de los éxitos. Y que todo forma parte de un gran proceso de
aprendizaje.
Así que, antes de seguir, te contaré lo que me
sucedió unos 15 años después de este “máster” en incompetencia gestora. Si entonces viajé al centro mismo del infierno, en esta experiencia, como cantaba Sinatra, me llevaron volando a la Luna.
Sucede que aterricé, más por casualidad que
otra cosa, en uno de esos hospitales de tamaño medio, en este caso con unos 40
años de historia (y en el que entonces trabajaba mi marido, ejem… ¿casualidad o
más bien causalidad?), que había planteado una transición desde el modelo hospitalario
tradicional a otro basado en lo que rimbombantemente se denominaba entonces (y
ahora: solo se ha cambiado el orden de los términos) “unidades clínicas de gestión”. En otros sitios se habían desarrollado
como “institutos”, lo cierto es que estaban muy de moda esos planteamientos bien a principios de nuestro siglo.
El centro, en lugar de tratar de implantar el
cambio de arriba abajo y por decreto ley, como suele suceder, adoptó un
planteamiento, a mi modo de ver más inteligente: se diseñó un “mapa”
asistencial que mediante una agrupación de servicios "adelgazara" el organigrama; y se ofreció a cada uno de los bloques asistenciales una suerte de “contrato-programa”
con una gran autonomía de gestión y buenos incentivos, tanto de equipo como
personales, ligados a objetivos, etcétera etcétera, ya sabes.
Pero para que cada bloque pudiera incorporarse
a este esquema era preciso, en primer lugar, que así lo solicitase el 70% de
los profesionales ("facultativos" y enfermeras); y, en segundo término, realizar
una transición organizativa que culminara con la obtención de una acreditación
por parte de la Agencia de Evaluación Sanitaria de la Comunidad Autónoma (cuyo nombre
preferiría que no desvelaras en el blog, si no te importa).
Próxima entrega: "Fly me to the Moon" (2)
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