jueves, 18 de agosto de 2016

La Cizaña



Me van a permitir que interrumpa un par de días la serie de "Historia de una enfermera", pero verán que tengo motivos.

ANTECEDENTES:

Desde el mismo momento en que presenté en público y comenzó a difundirse "La enfermería frente al espejo: mitos y realidades", hace ya casi seis años, desde el Consejo General de Enfermería [CGE] se puso a circular una historia falsa de toda falsedad: un infundio, vamos.
Dice el infundio, y lo recojo literalmente, ya que se publicó en (mejor dicho, a través de) Redacción Médica, el 22 de octubre de 2010:
“Hace años este sociólogo propuso al Consejo General de Enfermería [CGE] que realizara una investigación similar, y se ve que como en la sede enfermera no quisieron (lo sacaron a concurso público para mayor transparencia), el hombre anda un poco resentido con los líderes de la profesión y ha aprovechado sus quince minutos de gloria para intentar hacer daño. Desde luego, con esos argumentos, lo que da es risa…”

martes, 16 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXXV)

 Capítulo XII
Fly me to the moon (3)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí.
Luego le traemos de vuelta)




De este modo conocí los entresijos de la unidad, sufrí sus problemas y carencias, su mala organización. El peso de las inercias y quiénes ganaban y perdían con el mantenimiento de statu quo. También conocí la supremacía de una casta médica de las de antes, de las de los años 70, que aun siendo solo unos pocos (la mayoría de los médicos era gente de su tiempo, con sus tics pero "normales"), al ser quienes mandaban sobre su estamento se miraban a las enfermeras con una cultura anquilosada de cofias y tocas de antaño, esperando en cada gesto una pleitesía que rendir. Desde el primer momento pretendieron blandir su estatus autoimpuesto sobre mí, como sobre el resto del personal.
Pero toparon conmigo... y yo no tenía miedo.

viernes, 12 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXXIV)

 Capítulo XII
Fly me to the moon (2)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí.
Luego le traemos de vuelta)


Uno de los bloques asistenciales (en adelante le llamaré la Unidad para ser fiel a mi aburrida terminología) estaba conformado por tres “servicios” (nombre antiguo, muy poco cool ya entonces), con un total de 62 camas, cuatro bloques de consultas externas, dos unidades de día, etc., atendidas en total por 18 médicos especialistas y (más o menos) 41 enfermeras y 19 TCAE.
El caso, perdona si te estoy aburriendo con tanto detalle, es que por parte de la dirección de enfermería del hospital se ofreció a cada “bloque” de los que optaran por proponerse para participar en el proceso de cambio (incluida mi futura Unidad) la contratación de una enfermera que asumiera el rol de líder, coordinando los tres “servicios”, no tanto en el día a día, que para eso había otras tantas supervisoras, como en los pasos que hubo que ir dando para superar la acreditación.

jueves, 11 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXXIII)

 Capítulo XII
Fly me to the moon (1)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí.
Luego le traemos de vuelta)




Pensé que iba a volver a contarte mis experiencias como enfermera asistencial  –que, entre tú y yo, es lo que siempre me motivó más profesionalmente–, pero al releer casi por casualidad el texto que te envié hace unas semanas sobre mi experiencia gestora [se trata de los dos capítulos anteriores de esta Lectura de Verano 2016 que empiezan aquí; nota del editor del Blog] reviví toda aquella amargura. Gran amargura y gran enseñanza.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXXII)

Capítulo XI
Restos del naufragio (4)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí. Luego le traemos de vuelta)



El tiempo me ha dado la razón, y la decisión que me obligaron a tomar hace que en mi fuero interno, a ratos me sienta orgullosa de ser tan necia. Sin embargo, no escuché agradecimiento alguno. Nunca hubo cena de despedida, ni frases de adiós, ni más adelante, al reencontrarme con algunas de esas personas que creí parte de mi equipo, recuerdo alguno al período que pasé allí.
Ahora son conocidas, amigas incluso algunas, pero esos años han quedado como una nebulosa, se quejan entre dientes por lo que tienen ahora, pero no demasiado alto, sabedoras de cuál es mi contestación, algo abrupta para dejarla escrita, por lo que no suelen contarme nada cuando nos reencontramos. Y si se trata de algún directivo (más bien, exdirectivo), pasa de puntillas a mi lado, como si nunca hubiese compartido despacho con ellos... y el caso es que es cierto, mi despacho estaba al lado de mi equipo de compañeras.
Si me preguntas qué volvería a hacer, te contestaría que volvería a decir que sí, que volvería a ser supervisora, que lo que me llevé de allí es la mejor escuela de gestión por la que se puede haber pasado en la vida. Que se me abrió la puerta a un mundo desconocido en el que he ido creciendo profesional y formativamente.
Pero si me preguntas qué no haría otra vez, Juan, te contestaría que intentaría mantener un poco la distancia; tratar de entender pero sin posicionarme; escuchar pero sin querer complacer; ponerme una coraza para no recibir los golpes; nunca dar una orden o noticia sin tener la plena seguridad de lo que hago; tener siempre información, a ser posible escrita; hacer caso de los buenos consejos, como el que me dieron a los pocos meses de llegar al servicio: “Créete que eres la jefa, si no te lo crees tú la primera, nadie más te va a tomar en serio”.
No lo digo por decir… Cuando, algunos años después, tuve la oportunidad de asumir un reto de gestión de mucha mayor enjundia, créeme que recordé bien estas palabras que entonces pensé y ahora te acabo de escribir.

Próxima entrega: "Fly me to the Moon" (1)


martes, 9 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXXI)

Capítulo XI
Restos del naufragio (3)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí. Luego le traemos de vuelta)  



...hasta que en octubre me cansé: salí de una reunión en la que se me ordenaba tomar una decisión que estaba segura de que no era correcta, por muchos motivos, motivos que expuse y defendí a capa y espada. Y me cansé, no me gustaron las formas, ni los modos, ni me gustaba que mi opinión se obviase como si la única que ponía sobre la mesa los problemas fuese yo. La dirección desoía mis recomendaciones, no atendía a las quejas que trasladaba desde el personal, no escuchaba ni daba valor a mi opinión profesional, así que terminé por cansarme.

lunes, 8 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXX)

Capítulo XI
Restos del naufragio (2)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí. Luego le traemos de vuelta)  


En la Unidad, alentada por las propias compañeras, conscientes de que el tema administrativo me estaba engullendo, y como último intento para tratar de mantenerme en pie, conseguí que nos pusieran un auxiliar administrativo. Así que, en ese sentido, pero solo en ese, las cosas fueron más sencillas porque ya conocía las rutinas y entre las dos organizamos tablas y carpetas compartidas que nos ayudaban a gestionar muy eficaz (y cómodamente) la enorme carga de papeleo.

viernes, 5 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXIX)

Capítulo XI
Restos del naufragio (1)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí. Luego le traemos de vuelta) 



La "madre de todos los errores" fue no ser todo lo asertiva que debiera; intentar complacer a todo el mundo es imposible, y normalmente fuente de conflicto y de desgaste emocional, pero eso es una lección que aprendí entonces; después de que me quitara el sueño varios días tener que contradecir a alguien (máxime cuando sabía que tenía parte de razón). Me dolía imponer medidas desde la dirección que fuesen prejudiciales para mi equipo, y aunque mi tozudez al final me costó el puesto, ya que si no dimití fue porque aceleré mi traslado a Madrid, los últimos meses fueron verdaderamente atroces.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXVII)


Capítulo X
¿Y por qué no? (2)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí. Luego le traemos de vuelta) 

Pero el idilio de esta enfermera con el puesto de supervisión duró poco tiempo, y en abril de 1989 (ni siquiera un año después) mi todavía director de enfermería volvió una vez más a insistir en mi persona como supervisora de la unidad. Viendo que en esta ocasión ya nadie quería el puesto (meses después entendería los motivos) y tras una ardua digestión de los pros y los contras, pensé... ¿Y por qué no?, los retos están para superarlos, no quería bajo ningún concepto preguntarme años después qué hubiese pasado.
La unidad de Diálisis me encantaba, y el hecho de haber tenido una mala experiencia con la gestión que me tocó cuando trabajaba allí me convenció de que si quieres que algo cambie el cambio comienza en ti. Así que me decidí a tirar para adelante, a intentar hacer las cosas bien, como tantas y tantas veces nos habíamos planteado en la salita mientras arreglábamos el mundo... En esta ocasión dejaría de quejarme e intentaría hacer las cosas lo mejor posible, le estaba poniendo el cascabel al gato.
Un 17 de abril de 1989 inicié mi andadura en el mundo de la gestión sanitaria. Las expectativas que tenía puestas, la verdad que no eran muy ambiciosas: hacer las cosas lo mejor posible, tener siempre al paciente en mente a la hora de tomar las decisiones y sobre todo hacer las cosas de forma participativa, contando con la experiencia y el saber de todo el equipo.
La gente en general me recibió, digamos... que ni bien ni mal, simplemente me recibió. Todas me conocían ya que había sido compañera durante unos años, pero tenían la mosca detrás de la oreja y como muchas me confesaron después, pensaban que iba a "dar mucha caña". Estaban convencidas de que era el arma que la dirección disponía para atormentarlas. Nada más lejos de la realidad.
El primer año fue muy duro, hacerme con la gente, con el manejo de toda la parte administrativa, gestionar recursos materiales y humanos, coger el ritmo a la unidad fue agotador. Ese mismo otoño me decidí a hacer un curso de liderazgo profesional, que sería la primera línea de mi currículo gestor. Lo impartía un brillante coach que me enseñó la importancia y el significado de palabras como resiliencia, expresiones como win-win, que primero hay que hacer lo importante y no lo urgente, me abrió la puerta al mundillo del liderazgo emocional...
Claro que nada de eso se llamaba así entonces, pero era lo-mismito-lo-mismito, no hemos evolucionado mucho en las cuatro reglas de la gestión de equipos y el liderazgo… Eso sí, hay que tener actitud (eso, lo tenía de serie), aptitud (un equipamiento que tuve que adquirir) y temperamento (y de eso, descubrí que tenía menos  -o peor- del que pensaba).

Mañana: "¿Por qué no?" (3)


martes, 2 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXVI)



Capítulo X
 ¿Y por qué no? (1)
(Si no leyó la entrega anterior pinche aquí. Luego le traemos de vuelta) 

Era Semana Santa y estaba tranquilamente, tomando algo con unos amigos en un bar cerca del hospital, cuando apareció  el que entonces era director de enfermería del centro. Hacía años que nos conocíamos, desde que fuera mi compañero de turno a finales de 1982 en Medicina Interna. Y pese a que fueron pocos meses, el hecho de que fuera mi primer contrato como enfermera hizo que siempre le tuviese un especial afecto; y creo que él también a mí.

lunes, 1 de agosto de 2016

Lectura de verano: Historia de una enfermera (XXV)

Noticias de Aurora

Hola de nuevo, Juan. Como quedamos, te voy mandando estas notas, pequeñas o largas según me pida el cuerpo y me dé la vida, para que durante el verano, si te parece bien, las publiques en tu blog. Sé que te da trabajo editarlas porque soy un poco caótica, pero hasta el momento no tengo queja: hasta lo que has censurado te lo he agradecido una vez que lo he leído; y también el trabajo de "corrector de estilo", soy algo torrencial cuando me pongo a escribir. Espero que tú también aprendas algo, aunque solo sea sobre las vueltas que da la vida.