martes, 1 de octubre de 2013

Problemas limítrofes con Noruega

Dos lecturas de estos días, más la preparación de una charla sobre el tema en Madrid la semana que viene, me han hecho revivir algunas reflexiones que se plasmaron, hace ya tres años, en La enfermería frente al espejo: mitos y realidades. Aunque últimamente me he propuesto elevar el tiro de mis reflexiones para progresar hacia una conceptualización más general y actual del profesionalismo, no solo -aunque sí de manera muy destacada- en el limitado ámbito sanitario, no he sabido resistir la tentación de volver sobre un tema tan interesante como querido: el de la permanente crisis de identidad de la enfermería.


El primer texto se titula Move over nurses: there’s a new professional on the block ("echaos a un lado enfermeras: ha llegado un nuevo profesional al barrio") y es en realidad un editorial de la siempre interesante revista Nursing Science Quarterly. La autora, Rosemarie Rizzo, se muestra entre alarmada e indignada ante la emergencia de una ocupación antigua como el mundo pero que ahora empieza a postularse como profesión sanitaria; se refiere a los capellanes hospitalarios (healthcare chaplaincy) que por aquí tan bien conocemos, quienes al parecer pudieran constituir una amenaza real de intrusismo o usurpación de funciones enfermeras. Un (otro) enemigo, por tanto.

Por un lado, la visión holística de la persona propia de la enfermería implica una cuidadosa atención a sus necesidades espirituales, que en general adoptan la forma de creencias religiosas. ¿Quién ha dicho, pues, que exista un vacío profesional en cuanto a esta dimensión personal y asistencial que exija la irrupción de un nuevo agente profesional? Las enfermeras, cuando así lo demanda el paciente o la familia, incluso a veces de oficio, llaman al capellán para que atienda sus asuntos de fe. Y eso es bastante, el resto de sus necesidades bio-psico-sociales queda perfectamente atendido por sus enfermeras. Quien lo escribe debe saber algo al respecto, no en vano es profesora emérita de la Universidad Loyola de Chicago, dirigida por la Compañía de Jesús (los jesuitas).

Pero, peor aún, cuando los capellanes realizan su anamnesis para detectar las necesidades espirituales de sus pacientes (por ejemplo, cuando preguntan "¿existe alguna persona realmente importante para usted?") se adentran en territorios claramente enfermeros, lo cual constituye una amenaza real para la integridad e identidad de la profesión de enfermería. Si a ello le añadimos, como deplora la profesora Rizzo, que algunas cosas que antes eran exclusivas de la enfermeras (como por ejemplo, el manejo de herramientas cualitativas como método de obtención de información de/sobre los pacientes) ahora se han incorporado a los currículos formativos... ¡de los médicos!, entonces diríase que Enfermería está perdiendo su sitio en este mundo mutante y enloquecido en el que no se respeta ya ni lo más sagrado.


El segundo texto es, si se quiere, más burdo, pero también más sugerente y accedí a él mientras toqueteaba Twitter, no recuerdo ahora gracias a quién. Se trata de una proclama titulada How nursing can really stand up as an independent profession y, la verdad, me hizo retrotraerme a mis años de intelectual marxista interno y residente (R1); no en vano su autora, Aila Accad ("nurse, award-winning speaker, bestselling author, stress-expert") fundamenta sus tesis nada menos que en Paulo Freire, reputado pedagogo de orientación marxista, más en concreto en su libro Pedagogía del Oprimido.

Aunque cuando uno lee el texto por primera vez no está seguro de si su autora lo escribe totalmente en serio o se trata de una sátira, en una segunda lectura se advierte que, más allá de la cháchara fundamentalista y del envoltorio vintage, el pensamiento de la autora suena a conocido para quienes, como es el caso, nos hemos acercado a escuchar los discursos profesionales.

En esta modernidad líquida crecientemente mestiza a todos los niveles, donde las barreras sociales, culturales, sexuales, ideológicas, de raza o nacionalidad... están cayendo una a una y donde ya casi no existen refugios para el identitarismo de grupo (bueno sí, Telemadrid, claro), surgen como hongos, quizás como reacción a los excesos de la globalización, movimientos de reafirmación grupal emocionalmente unidos en torno a lo heredado, pretendidamente inmutable; las sagradas señas de identidad , los valores y símbolos; la narración oral de la historia y la obligación ética de transmitir a las siguientes generaciones el fuego vivo de la identidad amenazada, a través de una única estrategia anti-evolutiva (probablemente con la misma base memética que llevó a su extinción a los neandertales): mezclarse es corromperse.

Nos dice la señora Accad que la Enfermería es el oprimido y la Medicina, el opresor; nos cuenta las exitosas tácticas que emplea el opresor para que el oprimido asuma su opresión como algo natural, la principal de ellas enseñarle a imitar al opresor: "Las enfermeras que expanden su conocimiento y su actividad hacia el modelo médico son valoradas y recompensadas por la medicina y pierden su conexión con sus iguales que permanecen firmemente anclados en los valores y prácticas enfermeras".

Nos da, en fin, cuatro consejos para garantizar la pureza de sangre enfermera:

  • Desechar el mito de que el grupo dominante es superior.
  • Re-desarrollar el orgullo en sus características únicas de grupo.
  • Desarrollar un liderazgo enfermero que valore a su grupo.
  • Desarrollar una indentidad diferente de la del grupo dominante.
Y finaliza con una decidida exhortación leninista al proletariado: "La perspectiva profesional de las enfermeras nos dice que el mejor momento para evaluar e implementar los cambios es cuando un sistema entra en el caos. ¡Ahora es ese momento!"

Aunque la retórica exagerada de la autora (y si miramos su web, ya ni te digo) hace que nos parezca una chiflada y descartemos por extensión sus proclamas, la realidad es que en una formulación más light pero con un discurso igual en el fondo, existe un discurso enfermero identitario muy arraigado que se transmite por las publicaciones enfermeras (también, y muy notablemente, por estos lares) y coloniza mentes incautas. Cuando uno llega a pensar o creer que lo que importa es La Enfermería y no las enfermeras (o La Patria y no los compatriotas; o La Fe y no los fieles; o El Sindicato y no los trabajadores...), sin reparar siquiera que La Enfermería como identidad y disciplina solo tendrá relevancia social y profesional en tanto responda a necesidades reales de la sociedad y, sobre todo, de sus pacientes, entonces tenderá a utilizar cualquier discurso de la diferencia y buscará o creará El Enemigo, cuya sola existencia debería bastar para aglutinar a los iguales en torno a las señas de identidad. Una señas de identidad que se crean y transmiten, precisamente, como negación del enemigo: lo que es él, no lo soy yo; lo que no sea él, lo soy yo.

Como dice quien de esto sabe, porque ha dedicado neuronas y esfuerzo a estudiarlo y analizarlo en vez de sentarse a divagar irreflexivamente sobre la lucha de clases:
El rol tradicional y la imagen de las enfermeras pueden ser vistos como expresiones de un grupo oprimido. La dominación del opresor, en este caso el médico, marginaliza al grupo oprimido y puede conducir al desarrollo de un bajo auto-concepto, lo que a su vez puede llevar a una representación social negativa. [Pero] la idea de estar subordinada a la profesión médica no es el único factor que influye sobre el auto-concepto y la identidad profesional de las enfermeras. La imagen pública de la enfermería es diversa e incongruente, creada en parte por las propias enfermeras a causa de su invisibilidad pública y su carencia de un discurso público. Las enfermeras derivan su auto-concepto e identidad profesionales a partir de su imagen pública, el entorno laboral, la educación y unos valores sociales y culturales tradicionales (...) Mientras que las enfermeras no impongan una imagen pública y una identidad profesional que reconozcan el valor de sus desarrollos profesionales y educativos, el problema de una imagen difusa o inadecuada seguirá existiendo.
Y en esto poco ayuda una permanente autorreferencia como grupo oprimido. Si la medicina, la profesión médica, son el enemigo de la enfermería, lo son en un sentido puramente ecológico y evolutivo, expresión pura como el león y la cebra del gen egoísta de Dawkins en un ecosistema en el cual sobreviven y progresan quienes son capaces de acumular más recursos, es decir, ventajas evolutivas. Y, en este objetivo de supervivencia y progreso, el componente identitario, el corporativismo, la criminalización del otro y la exaltación de las señas de identidad, aunque se proyecten hacia fuera, están fabricados para consumo interno: fabricar, mitificar y culpabilizar al enemigo por todos los males propios.

Y si de los médicos ya pasamos a los capellanes, ni te cuento.

Recuerdo una parodia del grupo argentino Les Luthiers en la que el Gobierno argentino decide que hay que buscar un enemigo a quien culpar de los problemas internos. Desechados por razones de conveniencia los enemigos naturales (Uruguay, Chile, los yanquis, Reino Unido...), pero convencidos de la necesidad de tener un enemigo que una a la Patria y disfrace la ineptitud y corrupción de su Gobierno, este declara la existencia de problemas limítrofes... con Noruega. La importancia de tener enemigos.


5 comentarios:

  1. Arturo Mas no será enfermera, por casualidad?... Pues creo que ha equivocado su profesión.

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    1. Inevitable el paralelismo, aunque no era la intención (hoy). Como decía el sabio (SR), "que no es lo mismo, pero es igual". Un abrazo.

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  2. Una vez más Juan nos haces un chasquido de dedos para sacarnos del trance... dejemos de buscar el enemigo fuera y centrémonos en hacer piña dentro no entorno a una bandera sino en torno a nuestras capacidades como grupo. (o eso entiendo).

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  3. Me olvidé de decir que también ví la soflama de Aila Accad y me llamó la atención el mismo párrafo... http://twitter.com/EnferEvidente/status/384585452621418496 tiene que ser algo de coña...

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  4. Hola de nuevo, Xose Manuel, gracias por tu comentario. Como cita Antonio J. en el grupo de Fb, "busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta aquellos que creas más exteriores y materiales" -Amado Nervo-.
    Y no es que no haya enemigos (rivales) fuera, que los hay (y afortunadamente en esta época sus 'ataques depredarores' se producen en los tribunales de justicia con las leyes y abogados, en vez de en los bebederos de los ríos con las garras y colmillos o en los desfiladeros con las espadas y mazas). Va en los genes, en los 'suyos' y en los 'nuestros', si es que no son los mismos. Un abrazo.

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