La razón de esta posible quijotada es sencilla: estoy preparando lo que será la segunda (y definitiva) parte de mi monografía La enfermería frente al espejo: mitos y realidades. Cuando la escribí entendí que era muy difícil presentar un panorama general de la Profesión Enfermera [PE, en adelante] careciendo casi por completo de información estadística: tuve que destinar buena parte del tiempo total de su preparación simplemente a calcular cuántas enfermeras había en activo en nuestro país y ciertas dinámicas demográficas elementales de la profesión. Apenas pude pasar de ahí, en sentido estadístico. Gracias a esa experiencia entendí mucho mejor ahora que entonces que sin disponer de unos datos fundamentales, todo lo aproximados que se quiera (pero realmente aproximados), es decir, sin conocer una parte fundamental de la realidad de la PE, no sería intelectualmente honesto tratar de hablar ni de su presente ni de su futuro; que es lo que pretendo.
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[La idea no debió ser tan mala puesto que apenas dos semanas después de lanzar esta encuesta el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos [OMC] lanzó una de idénticos objetivos y contenidos similares, al menos en las partes más puramente "laborales". (Hace unos pocos días se presentó un avance de resultados, dejándose la presentación del informe completo para noviembre). También puede que fuera una asombrosa coincidencia de la que en todo caso me alegro (mi objeto de interés no es únicamente, aunque sí cuantitativamente predominante en los últimos años, la PE, sino todas las profesiones sanitarias). La clara diferencia es que la encuesta de los médicos: a) fue financiada por la OMC y no tuvo que asumirla un particular; b) utilizó los directorios colegiales para enviar un correo personal con el enlace a la encuesta y no tuvo que limitarse a una difusión voluntarista a través de las redes sociales; y c) last but not least, su ejecución fue contratada con una empresa especializada del sector que se encargó del aplicativo de encuesta, de todo el trabajo de campo y también, supongo, de la depuración, tabulación, análisis e informe... empresa que, supongo, cobró por su trabajo. Han conseguido algo menos de 10.000 encuestas sobre un universo de aproximadamente 200.000 médicos: envidiable por la cantidad de cruces estadísticamente significativos -sobre todo territoriales- que esta muestra permite hacer, pero, la verdad, no es para tirar cohetes desde el punto de vista de la implicación de los colegiados...]
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Como era previsible, en cuanto lancé la encuesta empezaron las cantinelas y advertencias paternalistas (y de las otras) sobre los sesgos derivados de la metodología de recogida de datos a través, primariamente, de las redes sociales... como si yo (mejor que nadie y perdón por la arrogancia) no los tuviera presentes desde el inicio. De alguna manera debió sobreentenderse en ciertos entornos 2.0 la idea de que era un trabajo tan bienintencionado como amateur. Sin trascendencia, pues, como tantas encuestas que afloran por la red casi a diario...
Por eso, una vez expuestos los antecedentes quiero dedicar esta primera entrada sobre el proyecto lab.enf.14 a exponer algunas realidades sobre las potencialidades y limitaciones del método de encuesta escogido. No tanto para reivindicar a su autor como para reforzar técnicamente la aceptación de la validez y fiabilidad de unos resultados cuya vocación es ser ofrecidos y utilizados, con las limitaciones y márgenes de error que yo mismo plantearé para su análisis, como una foto-fija real y muy valiosa de la realidad laboral de las enfermeras en España: la primera que existe sobre la mayor parte de los contenidos planteados. Y quiero que el esfuerzo dedicado sirva para que, no solo en ámbitos socioprofesionales, sino también en ámbitos más académicos, los datos proporcionados puedan utilizarse con confianza como una información con respaldo científico. (Un poco más adelante publicaré la ficha técnica que respalde esta información).
Voy a decir primero tres cosas sobre el autor (o sea, yo):
- Lo primero que voy a decir es que he pasado los penúltimos 15 años de mi larga trayectoria profesional -y aun hoy sigo, aunque de manera menos intensa- en el sector de los estudios de opinión y de mercados, donde he realizado encuestas para un montón de importantes empresas y organizaciones financieras, aseguradoras, industriales, docentes, profesionales, etc., utilizando toda clase de técnicas, soportes y métodos: conozco bien este oficio, sus competencias, metodologías y técnicas.
- Lo segundo, que antes de ello trabajé casi otros tantos años en la sanidad pública, donde empecé como celador mientras estudiaba la carrera y acabé al filo de mis 40 años como alto cargo (alcanzando así mi verdadero nivel de incompetencia en ese terreno híbrido entre la profesión y la política, lo que me hizo huir al sector que he descrito en el párrafo anterior); muchos de estos enriquecedores años, además, transcurrieron en puestos de responsabilidad técnica en la división de recursos humanos. Desde entonces nunca he dejado de participar en publicaciones, debates y foros sanitarios: conozco bien, por tanto, el entorno sanitario.
- Y lo tercero, que llevo casi cinco años, sin contar con experiencias anteriores (algunas muy importantes como el nonato proyecto Libro Blanco de la Profesión Enfermera a finales del siglo pasado) investigando sobre la PE, dando conferencias, participando en debates, escribiendo y hablando con cientos de enfermeras de todos los perfiles, incluidos los estudiantes: no sé casi nada de Enfermería (disciplina) pero creo que conozco realmente bien, la Profesión Enfermera.
Creo, pues, que se puede eliminar de raíz una de las causas que llevarían a desechar los resultados del proyecto por amateur: el investigador posee un sólido background profesional en este tipo de estudios y conoce muy bien el objeto de estudio y su entorno.
En segundo lugar diré que conozco bien las limitaciones y riesgos de sesgos (vaya pareado) que afectan a este tipo de iniciativas que acuden a la red una vez desechado el resto de posibilidades más ortodoxas y confiables.
El primer argumento que utilizaré es que, dada la inhibición culposa de administraciones sanitarias y colegiales, o se obtiene la información de esta manera o simplemente no se obtiene (y seguimos dando palos de ciego y diciendo a ojo cuántas enfermeras hay paradas, denunciando la precarización sin cifras ni datos o presumiendo de la alta formación de posgrado de las enfermeras españolas sin tener ni idea de cuántas tienen doctorados, másteres, etc.). ¿Es preferible manejar una información que sin ser cien por cien correcta se aproxima mucho a la realidad que describe o no manejar ninguna información? Porque en Españistán, más allá del número de EIR y de enfermeras especialistas o de alumnos matriculados y egresados, sobre los que existen registros (no en Sanidad sino en Educación), la información sobre la PE (y las otras profesiones sanitarias) tiende a cero.
En tercer lugar, me detendré en las limitaciones derivadas del modo de aplicación del cuestionario (sin volver a apoyarme en el hecho de que era la única alternativa metodológica posible, lo prometo). Es cierto que lanzar un cuestionario a través de las redes sociales significa en principio que solo podemos acceder a un sector, creciente pero limitado, del colectivo al que nos dirigimos y que, por tanto, no podemos acceder a miles de profesionales que no participan de las redes sociales [en adelante, RRSS], incluso no acceden habitualmente a internet y al universo virtual.
Diré tres cosas al respecto:
- La primera, que hoy en día el porcentaje de las personas con titulación superior, cual es el caso de las enfermeras, que acceden a internet (en los últimos tres meses) asciende al 98%. Es decir, que prácticamente todas las enfermeras del país utilizan internet (más o menos) habitualmente (los datos son de la Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación en los hogares 2013 del Instituto Nacional de Estadística, INE). Ello significa que la inmensa mayoría de las enfermeras saben seguir un enlace, entrar en un aplicativo de encuesta y, si el diseño es aceptablemente asequible para todos, evolucionar por el cuestionario hasta finalizarlo y enviarlo.
- La segunda, que, siempre según la citada estadística del INE, el 63% de las personas con titulación universitaria utilizan internet para participar en RRSS y que el 97% lo hacen para recibir o enviar correos electrónicos. Una vez que realizamos el intento primario (llegar a esos dos tercios de enfermeras que participan en redes sociales, lo cual es relativamente asequible dado el carácter viral de este tipo de comunicaciones y el hecho de que contamos con la complicidad de los principales prescriptores en las RRSS de enfermería: ¡gracias!), tratamos de llegar al restante tercio de profesionales que no usan las redes sociales, pero sí internet y el correo electrónico, pidiendo a quienes accedieron a la encuesta que salieran de las RRSS y realizaran un esfuerzo en las redes personales, vía correo-e a sus contactos, pero también difundiendo el enlace en los centros de trabajo.
- La tercera, que fui consciente de que el porcentaje de personas que acceden a las redes sociales es sensiblemente inferior entre las personas de mayor edad (25 a 34 = 80%; 55 a 64 = 37%; aunque en alguna proporción lo matiza el hecho de que el mismo es algo mayor entre las mujeres -y la enfermería es una profesión abrumadoramente femenina- que entre los hombres, 66% vs. 63%). Pero, por otro lado, no es significativamente menor el porcentaje de personas mayores, que el de las más jóvenes, que acceden a internet para utilizar el correo electrónico (25 a 34 = 91%; 55 a 64 = 85%). En resumen y con todos estos interesantes matices compensatorios, ya sabía que íbamos a encontrar un nivel de participación sensiblemente inferior entre las enfermeras de mayor edad; pero también, por otro lado, que estos colectivos de mayor edad son menos interesantes desde el punto de vista del análisis del mercado laboral en la PE, ya que en su inmensa mayoría gozan de una situación profesional más estable, menos marcada desde el punto de vista de la precariedad y de las condiciones de trabajo más gravosas (turnos, festivos, etc.).
- Por un lado la gente es muy curiosa (novelera, como dicen aquí en Canarias, donde vivo) y le gusta hurgar y cotillear... y aprender; a ellos les dimos la bienvenida, con la oportunidad de mirar la encuesta, rellenarla y enviarla... pero pidiendo por favor que nos aclararan si eran o no enfermeras. De hecho, varias decenas (ver el detalle en la Ficha Técnica) de las encuestas fueron excluidas de la base de análisis precisamente por este hecho.
- Y por otro lado, bueno, uno nunca está exento de ciertas maniobras orquestales en la oscuridad, generalmente dirigidas por poderes fácticos aunque también por friquis, encaminadas a contaminar fraudulentamente la información recopilada y denunciar esta contaminación con pruebas para invalidar la validez y fiablidad de los resultados. Para tratar de evitar en lo posible esta amenaza, además de contar con una aplicación profesional (de pago) con utilidades específicas para lidiar con estos problemas, establecimos determinados controles, como imposibilitar más de una respuesta a través de una misma dirección IP. Y para evitar muy improbables respuestas de robot se utilizaron ciertos controles que requerían una mínima congruencia en diferentes respuestas (de nuevo, les pido que esperen a la Ficha Técnica donde se detallarán estos controles), táctica que permitió anular un par de decenas de cuestionarios completados (y desechar que hubiera existido -o hubiera logrado su objetivo- ningún tipo de complot contra el proyecto).
Para abrir boca, les dejo uno de los gráficos más importantes, el que habla de la brecha generacional en materia de empleo, algo que explica por sí solo -aunque no solo por sí solo, perdón por el juego de palabras- las inevitables diferencias en las sensibilidades y percepciones de una PE que va a ir diversificándose cada vez más; y, de no mediar nuevos liderazgos profesionales, en serio riesgo de descohesión y fragmentación a la voz de sálvese quien pueda (clicar para ampliar).
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