miércoles, 18 de noviembre de 2015

Enfermería, tiempo de regeneración democrática: (1) Cansancio, agravio, frustración



 Texto redactado a partir de las notas para mi conferencia en Oviedo del día 14 de noviembre de 2015,  "Enfermería: Un relato de consenso para iniciar un proceso de regeneración institucional"

La enfermería española arrastra desde hace muchos, demasiados, años una penosa sensación de invisibilidad, maltrato y falta de reconocimiento; así, al menos, se viene transmitiendo en (numerosísimos) congresos y jornadas, foros, redes sociales, artículos de opinión, cartas en prensa, (escasísimas) intervenciones en coloquios, debates, tertulias, etc.
A falta de pruebas cuantitativas (estudios e investigaciones), son numerosos los indicios cualitativos que nos indican que se trata de una sensación generalizada, al menos entre las enfermeras y enfermeros con cierta sensibilidad ante los problemas de su profesión y de las consecuencias que conllevan en su propia biografía y su balance vital como profesionales.
Tan compartida es la queja... ¡que incluso se escucha con nitidez en los foros dirigidos o auspiciados por los propios responsables internos de este estado de cosas!; es decir, por quienes ostentan desde hace varios lustros la capacidad representativa y negociadora de la enfermería española, sea en el nivel político-institucional o en el laboral. Lo cual solo puede interpretarse como un intento de transmitir al conjunto de la profesión que todos sus problemas son de origen externo (los políticos, los médicos, los medios…) y nada tienen que ver con la penosa cuenta de resultados que, como representantes y negociadores desde hace más de 25 años, van a dejar como "legado". 
Este “relato” parte de la convicción de que ha llegado el momento de impulsar un proceso para la regeneración institucional de la Enfermería que tenga una estrategia no solo jurídica sino también directamente "política". Persigue como primer paso articular un consenso lo más amplio posible sobre lo que ha pasado y está pasando (y sus porqués) y sobre lo que no queremos que siga pasando y lo que queremos que empiece a pasar (y cómo podemos hacer que empiece a pasar). Exige como premisa básica la disposición de todos los implicados a rebajar pretensiones y protagonismos y aportar generosidad y sentido de pertenencia (lo cual no está garantizado en absoluto en un medio tan “centrífugo”). Y tendría, ojalá, la virtualidad de ser propuesto desde fuera de la Profesión, con mejores condiciones por tanto para ser tan neutral hacia dentro, como comprometido hacia fuera. 
Para realizar un análisis de situación es imprescindible empezar constatando que ninguno de los frentes que se fueron abriendo y generaron expectativas de avance profesional en todo este tiempo (entre ellos: especialidades; carrera profesional motivadora; ‘prescripción enfermera’ normalizada dentro de las propias competencias; homologación académica y competencial en torno al Grado; desarrollos incrementales de práctica enfermera avanzada; crecimiento de las ratios de enfermeras profesionalmente activas por población; centralidad profesional en temas como coordinación y continuidad asistencial, estrategias de crónicos o salud comunitaria; acceso normalizado al liderazgo en unidades de gestión clínica basado en los méritos y no en la titulación; presencia y peso creciente en los órganos y foros de decisión política…) ha sido cerrado de manera mínimamente satisfactoria para nadie. Al menos, para nadie dentro de la profesión enfermera: sin duda esta prolongación del status quo tradicional sí es causa de satisfacción para otros agentes profesionales que han sabido dotarse de capacidades de influencia muy superiores. 
Por todo esto, el balance final de estas últimas dos décadas y media puede resumirse, en lo relativo al crecimiento y desarrollo profesional, con tres palabras: cansancio, agravio, y frustración.

Mañana, segunda entrega: "(2) De ciencias..."

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