jueves, 19 de noviembre de 2015

Enfermería, tiempo de regeneración democrática: (2) De ciencias...



 Texto redactado a partir de las notas para mi conferencia en Oviedo del día 14 de noviembre de 2015, 
 "Enfermería: Un relato de consenso para iniciar un proceso de regeneración institucional"
Ayer, primera entrega: "(1) Cansancio, agravio, frustración"


A la situación generada por estos desarrollos frustrados, que en buena medida no lo han sido por motivos económicos sino políticos, hay que añadirles los efectos terribles de la crisis económica y los recortes sanitarios, que se han cebado de manera especial en la Enfermería por su cualidad de actor político y sindical débil, desmovilizado y descohesionado y con liderazgos burocratizados y alejados de la profesión.
Aunque estos efectos tiendan a presentarse como meramente coyunturales y se asegure que según la economía lo vaya haciendo posible serán solo “sombra del pasado”, el tema es mucho más complicado y con graves consecuencias, no solo en lo personal, sino también en la estructura social de la profesión, ya que aquí se entrecruzan y potencian mutuamente hasta cinco aspectos importantes.
Con respecto a algunos de ellos, es posible entender que quienes han ejecutado los recortes lo hayan hecho de buena fe, convencidos de que se encontraban ante un problema “de ciencias” (matemáticas): “si me recortan un x por cien el presupuesto de mi servicio de salud, yo recorto un x por cien el presupuesto de mis centros de gasto”. Naturalmente, es mucho más cómodo hacerlo de manera lineal que aplicando inteligencia… pero eso sería ya un problema “de letras” (gestión).
En el lado de los problemas “de ciencias” encontramos lo siguiente:
Primero, que los recortes presupuestarios se materializan a través de una degradación de las condiciones laborales y retributivas del personal, lo cual tiene un impacto cierto en su desafección con respecto a sus organizaciones (aunque las políticas se decidan en el ámbito general, se concretan, adaptan y visibilizan en el local). No es sin duda el problema más grave a corto plazo, ya que comparadas con otras situaciones personales mucho más dramáticas, son percibidas por los propios afectados como “menores”; pero las secuelas a largo plazo son inevitables y muy difíciles de reabsorber.
(Y, por cierto, cuando hablamos de condiciones laborales no solo nos referimos a sueldos, flexibilidad funcional o jornada laboral, sino también a los recortes, aún mucho más drásticos, en otras retribuciones “en especie” que son muy valoradas por los profesionales y guardan una estrecha relación con su propia autoestima y profesionalismo: presupuestos para formación, apoyo a la investigación, ayudas para la asistencia a congresos y jornadas, fondos documentales, redes de desarrollo profesional continuado, etc.)
Segundo, que los recortes presupuestarios también se materializan recortando las plantillas de personal, lo cual se traduce necesariamente en un incremento en las cargas de trabajo que siempre produce agotamiento, estrés y desmoralización a las decenas de miles de profesionales afectados. Pero más allá de los efectos personales, ya de por sí graves para el mantenimiento de un clima laboral cooperativo, suponen también, como está demostrado y reconocido, un deterioro de la calidad y seguridad de los cuidados de enfermería que, a su vez, se concreta en peores resultados asistenciales (mortalidad, deterioro de las condiciones de salud, complicaciones asistenciales y sobreutilización de los recursos: lo barato puede salir muy caro). Y si estas consecuencias no son más graves, es sin duda gracias a la profesionalidad y un sobreesfuerzo no retribuido de los profesionales.
Tercero, que los recortes presupuestarios se materializan produciendo un desempleo masivo y estructural de enfermeras (fenómeno demográfico nunca antes experimentado en España y que no se produce en ningún otro país de nuestro entorno), con especial incidencia en las nuevas cohortes de graduados que, mejor formados probablemente que nunca, han visto cómo se multiplicaba por tres o cuatro la duración de la situación de desempleo que se prolonga entre la obtención del título y el acceso a los primeros –y muy efímeros y degradados– empleos. Incluso después de estos primeros contactos, los jóvenes se enfrentan, como veremos a continuación, a largos años de puerta giratoria entre desempleo y precariedad (la “desemprecariedad” de la que hemos hablado en otras ocasiones). Resulta ocioso, por evidente, insistir en las peligrosas consecuencias que tiene este choque entre expectativas y realidades en la entrada al mercado laboral sobre el proceso de socialización y construcción de su identidad profesional en los miles de jóvenes recién graduados cada año que serán los hombros sobre los que recaerá el sostenimiento del sistema de salud en un futuro.

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