Desde el 1 de enero de 2009 estás ausente de mi vida. O, afino más, no estuviste presente por fin en cada día de mi vida.
Al principio te eché de menos a diario, o casi; necesité ayuda de sustitutos y de apoyo; después, la nostalgia fue dilatándose en el tiempo, hasta que ahora, la verdad, eres parte de mi biografía –parte muy, demasiado, importante durante demasiado tiempo– pero ya eres solo historia. Ya no estás en mi vida, salvo cuando alguien a mi lado, en una terraza o por la calle, me trae tu aroma.
No. Ya no estás en mi vida, afortunadamente: te disfruté durante un buen tiempo, muchos años; luego, ya empezaste a mostrarte exigente, arrogante, excesivamente presente, muy arropada por tus 'colegas'. Empezaste –perdón por la crudeza– a tocarme los cojones. Pero tras cabrearme contigo, sabía que seguía necesitándote. De manera imperiosa, insoportable. Perdí mi independencia y mi libertad.
Y, claro, empecé a darme cuenta de que ese alivio cuando me encontraba contigo tras pasar unas horas separados era una mala influencia en mi vida.
Porque la dominabas toda: cuando estabas, porque me emborrachaba de tí (con la consiguiente resaca); y cuando no estabas, porque te echaba de menos, mucho de menos, ansioso de volver a tenerte en mi interior.
Así que traté de dejarte... una, dos, tres veces; aguanté sin ti seis, diez, hasta veinte meses, pero al final siempre volvías a mi vida porque te echaba tanto de menos... Y tú estabas tan presente en mi barrio, en mi trabajo, en mis bares y restaurantes, entre mis amigos...
Ahora, mi vida tiene cosas mejores y otras peores que cuando estaba contigo. Pero la mejor decisión que tomamos fue olvidarnos de ti, de tu presencia maligna y perturbadora (y pestilente, en el amplio sentido del término).
Porque el día 1 de enero de 2009 los dos, juntos, dejamos de fumar, apoyándonos el uno al otro para superar tu añoranza: y esa fue una de las mejores decisiones de nuestras vidas. Por no decir la mejor.
Tras tantos años, ya habíamos reunido las únicas dos condiciones que auguran un buen desenlace de esta sin par batalla, que dirían Cervantes o Pérez Reverte: querer dejarte y llegar a estar convencidos que que éramos capaces de ello.
Supongo que tras dejarnos buscaste nuevas parejas, que las atrapaste, que te aferraste a ellas de manera tan inmisericorde como hiciste en su momento con nosotros. Que las hiciste felices al principio para atraparlas y hacerlas desgraciadas después. A tantas, las heriste gravemente, incluso hasta la muerte...
Solo espero que tus nuevos amantes lean estas líneas y se pongan en guardia contra tu fingida dulzura, que se acaba convirtiendo en el abrazo de la muerte. Y también que comprendan que eres una presencia pestilente, y no es una metáfora: toda la puta casa –paredes, sofás, ceniceros, muebles, cubo de la basura...– apestaba a ti.
Hoy, día 31 de mayo –en que se celebra el Día Mundial sin Tabaco– hace 3.436 días que vivimos sin tí.
Hasta nunca.
Mi experiencia: me hice una soberana p..... por ser fumador el 30 de septiembre de 1989
ResponderEliminarComo diría un gallego: ¡¡ Nunca mais !!
Acabé ese día encendiendo un cigarrillo a las 12 menos diez
Desde el 1 de octubre de 1989 se acabó