miércoles, 12 de febrero de 2014

Entonces, ¿faltan 82.000 enfermeras en España? (I)

A lo largo de las cuatro entregas de la entrada titulada "¿Faltan 108.000 enfermeras en España?" (primera, segunda, tercera y cuarta) he cuestionado las premisas, enfoques, métodos de selección de datos, cocina y conclusiones -por no hablar de los errores- del estudio que el Gran Timonel del Consejo General de Enfermería español [CGE] presentó, acompañado en calidad de rehén por la flamante presidenta del Consejo Internacional de Enfermeras y en el escaso tiempo libre que le dejan otras actividades más cuestionables, ante unos medios de comunicación ávidos de estos forfait mediáticos (titulares sencillitos de demografía apocalíptica geniales para el copia-y-pega + café con pastas en un marco incomparable + te-trataré-como-a-una-reina), dejando un titular redondo, aparatoso y muy sencillo: "en España faltan 108.000 enfermeras".


En la última de estas cuatro entregas, siguiendo un -¡tedioso, pero inevitable!- razonamiento demográfico-estadístico, traté de demostrar que la cifra de 108.000 enfermeras que, se supone, faltaban en España era un pour-parler y que incluso adoptando los criterios y métodos del informe del Consejo, simplemente a través de una gestión técnica más correcta de los datos disponibles, los cálculos hubieran debido llevar a los autores a proporcionar un titular menos llamativo: 82.000 enfermeras de menos, en vez de 108.000. Recordaré que llegamos a esta cifra aplicando a España el promedio de enfermeras tituladas de la Unión Europea (71,0 por 10.000 habitantes), la misma proyección que aplicaron los técnicos del CGE.

Si me bastara con este refinamiento demográfico, respaldaría la conclusión general del CGE de que en España faltan enfermeras. Da igual si son 82.000 o 108.000 porque son en cualquier caso muchos, muchos profesionales. Pero no, no me basta: niego la mayor. Estas tonterías de tratar la dotación de recursos humanos como si se tratara de una variable independiente llevan a estos delirios pseudodemográficos. Comprendo que hay muchas enfermeras, ya me lo dicen en muchos foros, en diferido y en directo, que piensan que faltan enfermeras en términos agregados o macro, porque en sus centros de trabajo -en lo micro, que es lo que realmente le importa e interesa a la gente-  hay demasiados pacientes por enfermera como para poder prestar cuidados de calidad. Y tenemos razón, al tiempo, ellas y yo; ellas con que hay pocas enfermeras empleadas para atender unas necesidades asistenciales crecientes; yo, con que no hay ni pocas ni muchas, sino todo lo contrario.

No importa que tengamos en torno a 20.000 enfermeras engrosando las listas del desempleo y no importa tampoco que ni el sector público ni el privado se quejen de problemas para encontrar en el mercado de trabajo enfermeras cualificadas de diversos perfiles, dispuestas para ser empleadas: aun así, necesitamos muchos miles de enfermeras más. Ante lo cual nos surge otra pregunta importante: ¿es el número de profesionales de cualquier sector productivo (profesores, enfermeras, médicos, arquitectos, agricultores, quirománticos, sexadores de pollos...) una variable independiente sobre la cual podrían, por tanto, actuar los poderes públicos para ajustarla a valores que se consideraran adecuados?

No, es una variable dependiente de un número importante de factores y relaciones complejas de tipo estructural y no solo funcional, socioeconómico y no solo político, como sabe cualquier experto que se dedique a estudiar y analizar y no solo a enredar, como hace el Observatorio Enfermero del CGE.

Se pretende, por lo que se ve, que a medida que el empleo público de cualquier profesión supone una fracción más elevada sobre el empleo total, más capacidad de influencia deberían tener las administraciones públicas en el supuesto (erróneo) de que dispusieran de una máquina de fabricar: a) profesionales; b) dinero. Pero es que incluso en este caso las empresas sanitarias (públicas y privadas) tendrían que preguntarse antes para qué demonios necesitan esos profesionales, qué van a hacer con ellos y de dónde va a salir el dinero para abonar sus nóminas. ¡Si ni siquiera crean puestos de trabajo para contratar las enfermeras especialistas cuya formación vía EIR se está financiando con cargo a sus tesorerías!

Como bien ironizaba el periodista Josu Mezo, a cuya intervención en el programa radiofónico El Purgatorio me refería en la primera entrega de la anterior entrada, si, como enfatiza el CGE en su nota de prensa, el sistema sanitario español es el séptimo mejor del mundo mundial y ello es así a pesar de que nos faltan tantísimos miles de enfermeras, a lo mejor es justo concluir que no hace falta tener tantas enfermeras como desearía el CGE para tener un sistema sanitario tan espléndido: igual son los países peor clasificados los que deberían preguntarse si no será... ¡porque tienen demasiadas enfermeras! O, igual, si destitulamos unos miles y empobrecemos más aún nuestras ratios podríamos llegar a encabezar el ránking...

Ironías aparte, existen varios factores fundamentales para explicar la escasa dotación comparativa de enfermeras; uno de ellos, naturalmente que sí, es que existe una más que generosa dotación de médicos, profesión que ha venido teniendo la sartén por el mango durante la época de definición y construcción de un Sistema Nacional de Salud absolutamente médicocéntrico (¡mérito de sus lobbies y demérito de los otros!) y que ha sido capaz de exigir, y obtener, un trato muy favorable por parte de los empleadores, sobre todo públicos. Algo que tiene mucho que que ver con un modelo sanitario basado culturalmente en una asistencia hospitalaria hiperespecializada, cuyo fruto es un deplorable proceso de fragmentación en 49 especialidades médicas, de las que solo 18 son comunes a todos los países de la Unión Europea (y nueve no son homologables en ninguno).



Otro factor tiene que ver con el hecho de que el 60% de los puestos de trabajo en enfermería son de carácter hospitalario y que España tiene una dotación de camas hospitalarias muy baja comparativamente con nuestro entorno:



Un tercer factor es el escaso desarrollo que ha tenido en España el sector de la asistencia sociosanitaria, un nicho de empleo especialmente propicio para la Enfermería y para las enfermeras. Por no abundar, enlazo una entrada del blog La enfermería frente al espejo, en el que desarrollé con un cierto detalle este argumento. Los datos de la gráfica, esta vez son de la OCDE, ya que no disponemos de datos de UE28:



Pero la razón fundamental por la que nuestras ratios de enfermeras son tan bajas es porque en España se han construido unas plantillas de enfermería con una presencia muy importante de las ocupaciones, en sentido estrictamente técnico, no profesionalizadas (auxiliares de enfermería y otras sin formación específica pero asalariadas con participación en los cuidados de salud a las personas). Aunque las aclaraciones conceptuales y técnicas son muy importantes, de ellas me ocuparé en la segunda y última entrega de esta entrada. Pero sí quiero dejarles como aperitivo con una tabla y una gráfica que ilustran perfectamente esta peculiaridad local:


Seguimos en la segunda parte.

1 comentario:

  1. Vergonzoso, mi hija,enfemera, en Bristol, trabajando de auxiliar de enfemeria, con master en Cardiologia en Hospital de Sant Pau, experiencia en Urgencias, le encantaria desempeñar las funciones propias de sus conocimientos, pero esta un poco desesperada, necesito que sea feliz.

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