lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Anorexia de poder? La mujer en las élites profesionales

Una afirmación que ha hecho fortuna dentro del discurso enfermero avant-garde es que las enfermeras sufren "anorexia de poder", un hecho que se demuestra, según las defensoras de esta tesis, por una clara y abrumadora subrepresentación de las enfermeras en los puestos de máximo poder decisorio, consultorio y representativo, tanto político-administrativos, como corporativos.


En cuanto a la escasa-casi-nula representación de las enfermeras en comités, comisiones y similares organismos consultivos, ya se ha escrito mucho, incluso yo le he dedicado algún comentario al asunto (por ejemplo, en esta entrada de mi antiguo blog, elocuentemente titulada Where have all the nurses gone?). De hecho ahora mismo participo en uno (otro) de estos comités de sabios que tratan de adivinar y diseñar el futuro del SNS y, a pesar de ser más de 20 miembros, como ya le señalé y sugerí corregir a su coordinador, no hay ni una sola enfermera. Once again.

Me centraré hoy, sin embargo, en la sub-representación interna. Ya en 2010, cuando preparaba La enfermería frente al espejo: mitos y realidades, pude constatar lo real de esta situación, al menos en los dos organismos corporativos por excelencia, la organización colegial y la sindical. Denunciaba entonces que, pese a que los hombres apenas representan el 16% del colectivo enfermero, sin embargo presidían el 62% de los colegios y el 44% de los sindicatos provinciales. La realidad hoy, al menos en cuanto a los colegios, apenas si se ha modificado: en vez de 32 (de 52) presidentes, tenemos tres años después... 31.

Al hilo de una sesión que tengo la semana que viene en la Universidad de Sevilla (y que va, en cierta manera, sobre este tipo de asuntos, aunque se proyecta bastante más allá), he querido realizar una comprobación para saber si se trata en realidad: a) de las enfermeras por ser enfermeras en un ecosistema fuertemente medicalizado; b) de las enfermeras, por ser mujeres en un ecosistema fuertemente masculinizado; o c) de las mujeres a secas por serlo en un sistema donde siguen predominando los machos-alfa. Y la conclusión es demoledora, al menos en el ámbito de las profesiones sanitarias; trataré de extender este análisis a otros sectores profesionales.

He analizado 256 colegios: 52 (cada uno) de dentistas, enfermeras, farmacéuticos y médicos, más 17 de fisioterapeutas y podólogos y 14 de ópticos-optometristas. Y he comparado sus características en cuanto a la presencia de mujeres en el máximo nivel corporativo (presidencias colegiales) y en sus bases profesionales (colegiados). Para el primer dato, hemos tenido que mirar una a una las webs de cada uno de los 256 colegios, una tarea que no recomiendo a nadie porque, salvo algunas excepciones -creo que crecientes, afortunadamente-, se divisa un panorama de cutrez 1.0 y analfabetismo 2.0 bastante deprimente entre estos eminentes padres de la patria. Y para el segundo de los datos, afortunadamente, el Instituto Nacional de Estadística [INE] proporciona los datos en su Estadística de Profesionales Sanitarios Colegiados, además con un encomiable e insólito nivel de actualización, ya que los datos corresponden al 31 de diciembre de 2012.

Evidentemente, la situación de la organización colegial enfermera es muy sangrante: 23 de las 44 presidencias colegiales que estadísticamente corresponderían a mujeres son ocupadas por hombres. Esta sería la representación gráfica sobre base porcentual (pinchar en las imágenes para agrandarlas):


En azul, las presidencias ocupadas por mujeres; en verde, las ocupadas legítimamente (según su presencia estadística), por hombres; y en naranja, las usurpadas por hombres, ya que deberían corresponder a mujeres si existiera una perfecta equidad de género. He acuñado un índice de inequidad o discriminación, que calculo como la fracción entre las presidencias que deberían ocupar las mujeres (84% en este caso) y las que efectivamente ocupan (40%). El índice es un multiplicador del número de puestos (en realidad, su porcentaje) que actualmente desempeñan las mujeres para acceder a una situación plenamente equitativa El valor del índice para enfermería es de 2.1, es decir, que por cada presidencia que desempeñan mujeres deberían hacerlo en 2,1 casos.

La sorpresa viene cuando procedo a analizar las otras seis profesiones sanitarias, ya que la organización colegial enfermera, con su irritante carga de inequidad de género, es la que mejor situación presenta de las siete analizadas. Una representación gráfica de la situación es esta, ordenadas las profesiones de mejor (menos malo) a peor valor del índice:



Tras las enfermeras (2.1) y ligeramente delante que los médicos (2.4), es el de los ópticos-optometristas (2.3) el colectivo que presenta una tasa de inequidad de género menor, representando las mujeres el 64% del colectivo, pero presidiendo solo 4 de los 14 colegios, un 29%.


La situación dentro de los colegios médicos resulta ejemplificante, ya que es la única profesión sanitaria en la que hay más hombres (53%) que mujeres (por poco tiempo y gracias exclusivamente a los jubilados, ya que hay ya más mujeres que hombres en activo). Aun siendo así la cosa, las mujeres deberían desempeñar un 240% más de presidencias de las que les corresponden hoy (pasando de 10 a 24).


En el caso de los farmacéuticos, con un 72% de mujeres (la segunda profesión con mayor tasa de feminidad), el índice es de 3.4 lo que significa que cada presidencia desempeñada por una mujer debería convertirse en 3,4 (o lo que es lo mismo, incrementarse en un 340%), de 11 a 37 presidencias.


Cuando ya empiezan a sonar todas las alarmas es con podólogos y fisioterapeutas: siendo, en el caso de los podólogos, las mujeres el 57% de la profesión, de los 10 colegios (de 17) que deberían estadísticamente presidir, solo lo hacen en uno, lo que da un índice de 9.7. En cuanto a los fisios, donde la presencia de mujeres es aún mayor, llegando al 68% del total, de los 12 colegios que deberían estar presididos por mujeres solo lo están dos. Un indice de 5.8.



Pero el caso de los dentistas (odontólogos y estomatólogos) es directamente de juzgado de guardiaSiendo las mujeres dentistas un 53% de los colegiados, y correspondiéndoles en un reparto equitativo la presidencia de 28 colegios provinciales... solo presiden uno: los restantes sillones presidenciales 51 (98%) están ocupados por ilustrísimas posaderas masculinas. El índice de inequidad de los dentistas es 27.7, señalando el número de presidencias que deberían estar ocupadas por mujeres por cada una real: un 2.800% más.



En resumen y analizando los 256 colegios conjuntamente, tenemos un índice de 3.4, es decir, que las presidencias ocupadas por mujeres deberían incrementarse en un 340%, es decir, pasar de 50 a 172.


En definitiva, y siempre circunscritas estas reflexiones al poder corporativo, resulta evidente que no parece tratarse de un problema específico de las enfermeras, en cuanto a su pretendida anorexia de poder debido a una doble situación de sometimiento: ni como mujeres en un ecosistema mayoritariamente masculino (que ya no lo es), ni como enfermeras en un ecosistema dominado por los médicos, ya que les sucede, y en mayor grado, a todas las mujeres en este ecosistema:  se trata de una situación estructural de déficit de poder muy difícil de explicar, pero que desde luego no parece probable que se produzca por causas endógenas como las reclamadas desde el discurso enfermero más feminista: existen sin duda causas exógenas que se reproducen también dentro del ecosistema profesional sanitario. Y sin duda coexisten auto-renuncias con barreras.

Aunque esté penetrando en un terreno minado y pantanoso (las dos cosas: te pueden fulminar o puedes enfangarte tú solito), creo que esta situación tiene que ver con las diferentes concepciones que sobre el poder  poseen mujeres y hombres. Entendidas como arquetipos estas dos diferentes concepciones del poder, las mujeres tienden a entenderlo en términos instrumentales, como una herramienta que sirve para hacer cosas y cambiar las cosas; pero los hombres poseen, además, una concepción del poder como valor en sí mismo, una cierta fascinación con, y atracción por, el-poder-por-el-poder.

Y, para no engañarnos, el poder en un colegio provincial solo sirve... para cambiar el propio colegio. Que haya gente decente en vez de golfos, pasotas o mandaos y que la sociedad así lo valore, por ejemplo. Algunas mejoras en las prestaciones del colegio. Más cercanía, transparencia y apoyo al profesional. Y con suerte (comunidades uniprovinciales), una voz más alta y clara en los órganos consultivos y en los medios locales. Que no es poco. Pero a muchas mujeres les parece insignificante y otras -me consta personalmente- que en su momento decidieron dar el paso adelante se plantean casi cada día si realmente les merece la pena tan importante sacrificio personal.

Lo peor es que si no se consiguen cambiar las estructuras colegio a colegio, hasta conseguir una masa crítica que provoque un cambio sistémico que realmente permita afrontar la raíz de los problemas, los profesionales sanitarios seguirán mostrando la desafección, apatía y absentismo con respecto a sus colegios que demuestran día a día y elección a elección (la semana pasada misma, la Organización Médica Colegial echaba las campanas al vuelo porque en el colegio de Salamnca había votado... ¡el 40% de los colegiados!, porcentaje en verdad insólito en este adormecido entorno).

Pero a la mayoría de la gente les parece demasiado insignificante como para sacrificar en su altar la vida personal. Solo si el poder tiene para ti un valor o sentido biográfico en sí mismo que colme tu vida de significado. Y eso, como Soberano, parece más bien cosa de hombres.

Por no hablar del poder como medio para obtener utilidades personales o de grupo, es decir, por no hablar de corrupción, nepotismo, prevaricación o desviación de poder. Oía el otro día en la radio a algún comentarista sugerir, medio en broma medio en serio, que si Lehman Brothers (el banco de inversiones cuyas malas prácticas y conducta codiciosa están en el origen del tsunami financiero que, desgraciadamente, tan bien conocemos y seguimos sufriendo) se hubiera llamado Lehman Sisters, tal vez nunca se hubiera producido la debacle. Es una idea bastante sugerente para el gran debate que espero que podamos tener, sobre esta constatable "anorexia de poder" de las mujeres, sus causas y soluciones.


1 comentario:

  1. Has hecho un estudio exhaustivo hablando y que refleja lo que en sanidad vivimos cada día, muchas compañeras de trabajo y muchos altos cargos masculinos...posiblemente a parte de que la sociedad todavía sigue teniendo tintes "sexistas", las mujeres tendemos a no optar por puestos de más poder y no he entendido nunca el por qué...

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