2. Fronteras
competenciales.
Dicho lo anterior, no es esta pretendida invasión de fronteras competenciales lo que debería frenar nuevos
desarrollos, si se está convencido de que pueden ayudar a solucionar problemas
concretos o aportar valor a los servicios de salud. Pero estas ayudas deben ser explicadas y demostradas.
Las competencias no les pertenecen nadie; quienes las poseen no son propietarios, sino meros inquilinos a quienes la sociedad se las ha asignado desde el convencimiento de que se trataba de la profesión más cualificada para detentarlas: el mejor inquilino posible. Pero esto es dinámico, quienes ayer eran los mejor posicionados pueden haber dejado de serlo hoy en beneficio de otros actores que también se postulan como titulares de competencias; y por otro lado, aparecen competencias nuevas, que suelen responder a problemas nuevos, y que lejos de ser asignadas a partir de criterios racionales, suelen serlo al mejor postor: el que tiene más poder o capacidad de influencia (y/o puede dar más quebraderos de cabeza si se enfada).
Pero no hay nada más patético que un inquilino que se las da de propietario.
Las competencias no les pertenecen nadie; quienes las poseen no son propietarios, sino meros inquilinos a quienes la sociedad se las ha asignado desde el convencimiento de que se trataba de la profesión más cualificada para detentarlas: el mejor inquilino posible. Pero esto es dinámico, quienes ayer eran los mejor posicionados pueden haber dejado de serlo hoy en beneficio de otros actores que también se postulan como titulares de competencias; y por otro lado, aparecen competencias nuevas, que suelen responder a problemas nuevos, y que lejos de ser asignadas a partir de criterios racionales, suelen serlo al mejor postor: el que tiene más poder o capacidad de influencia (y/o puede dar más quebraderos de cabeza si se enfada).
Pero no hay nada más patético que un inquilino que se las da de propietario.
Las fronteras profesionales, no solo en la sanidad, son hoy
más líquidas que sólidas y más permeables que estancas. Hay competencias
compartidas y salvo desde posiciones fuertemente corporativas ello no supone
ningún problema si existe una verdadera mentalidad de trabajo en equipo. Por
eso, si la farmacia comunitaria puede
ayudar a solucionar problemas o a aportar una nueva visión o forma de hacer las
cosas más coste-efectiva, bienvenida sea, aunque esté retando a otras
profesiones: así se avanza.
Las dinámicas acción-reacción de base corporativista deberían ser eliminadas del debate público, lo cual no quita que cada parte trate de defender sus legítimos intereses, pero no utilizando el interés general como coartada o argumento. Que es lo más habitual por parte de todos. Como ciudadano, exijo a las organizaciones profesionales que no traten de utilizar mis intereses, tal como ellos mismos los definen –menos aún mis derechos– como rehenes de sus propios intereses –menos aún, sus pretendidos derechos–.
Esta es la clave: convencer de que se puede ayudar y de que se sabe
hacerlo mejor que los otros agentes profesionales. Pero proponer nuevas
funciones o competencias que no estén sustentadas en pruebas confiables acerca
de sus resultados reales sobre la salud de las personas y la comunidad hará que
reguladores y decisores renuncien a comprar
un producto de dudosa eficacia. Que, además, amenaza con alterar el statu quo,
algo que siempre produce urticaria
entre los responsables políticos, especialmente si se refiere a retar a los médicos;
de ahí que se esté retando sobre todo a la enfermería, tan carente de un lobby
medianamente competente, como demuestra el documento Coordinación médico-farmacéutico en la atención al paciente crónico, firmado por las tres
sociedades médicas de atención primaria, junto con la de farmacéuticos
comunitarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario