Texto redactado a partir
de las notas para mi conferencia en Oviedo del día 14 de noviembre de 2015,
"Enfermería: Un relato de consenso para iniciar un proceso de regeneración institucional"
"Enfermería: Un relato de consenso para iniciar un proceso de regeneración institucional"
Ayer, tercera entrega: "(3)... y de Letras"
Por lo visto hay genios en los departamentos de recursos humanos del
sector público que piensan que mantener unas estructuras de empleo demenciales,
cuyo principal efecto a medio plazo es conseguir la desafección del personal
más cualificado, es un imperativo moral; y que tener hoy en neonatos, la semana
que viene en urgencias y el mes siguiente en consultas externas a una enfermera
que hemos contratado para ocupar una plaza “de estructura” es un chollo. La burocracia es ciega (y a menudo incompetente).
Porque los efectos de estas des-políticas, que sin duda son personalmente muy
graves para decenas de miles de enfermeras de todas las edades y perfiles, son
potencialmente devastadores para el futuro de la profesión y, por tanto, para
las organizaciones sanitarias públicas que no son sino empresas cuya base de funcionamiento y rendimiento es profesional: el proceso de crecimiento y
construcción profesional de las nuevas generaciones de enfermeras, llamadas a
ser el relevo de las baby-boomers que
se están jubilando ya a tasas aceleradas, está siendo gravemente amenazado en
sus propias bases y ello puede tener consecuencias catastróficas para la
pervivencia del profesionalismo sanitario que siempre ha caracterizado a la
Enfermería y que en siglo XXI es un factor crítico de supervivencia, ya que es imprescindible una adaptación inteligente y sin pre-juicios a las nuevas realidades en las que se desenvuelven los servicios modernos de salud.
No se puede frivolizar con ciertos temas estratégicos pensando que son “de gestión”:
por un lado, hoy en día se dirige y gestiona cada vez más a los profesionales, cuya razón de
ser es la de aportar conocimiento facultativo y capacidades autogestoras, como
si fueran peones manuales en cadenas de producción tayloristas. El efecto solo
puede ser una erosión irrecuperable del profesionalismo –léase si se prefiere, en el caso sobre todo de
las enfermeras, la aceptación normalizada del chantaje emocional– que es el
único mecanismo conocido de implicación de los profesionales sanitarios en políticas
de racionalización de sus propias prácticas que van contra sus culturas y
costumbres más acendradas.
Pero, por otro lado, estas nuevas dinámicas laborales y profesionales
que se llevan generando y asentando más de 15 años y han alcanzado su clímax
durante los últimos cinco, han modificado de manera muy intensa la realidad
sociológica de la profesión y tienen un impacto que va más allá de lo
cuantitativo (menos plantillas, menos empleo estable y de calidad; más
‘desemprecarios’ y profesionales expulsados del sistema), representando un
verdadero cambio cualitativo. Una simple comparación de las pirámides sociales profesionales
de hace 30 años con las actuales explica a quien quiera escucharlo que se está
produciendo un cambio brutal con consecuencias evidentes en los valores y
actitudes der las nuevas cohortes de enfermeras.
Aquellos líderes profesionales –legalmente reconocidos o "sin papeles"–, que no reconozcan
que es preciso poner en primer plano de la acción colectiva una oposición firme
a esta acción desprofesionalizadora de las burocracias sanitarias, poniendo
sobre la mesa alternativas racionales y sensatas, no solo han dejado de
aportar sino que comienzan a constituir un
grave peligro para su profesión. Son también burócratas ciegos.
El lunes , quinta entrega: "(5) La pirámide social"
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