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sábado, 21 de noviembre de 2015

Enfermería, tiempo de regeneración democrática: (4) La burocracia es ciega


 Texto redactado a partir de las notas para mi conferencia en Oviedo del día 14 de noviembre de 2015, 
 "Enfermería: Un relato de consenso para iniciar un proceso de regeneración institucional"
Ayer, tercera entrega: "(3)... y de Letras"




Por lo visto hay genios en los departamentos de recursos humanos del sector público que piensan que mantener unas estructuras de empleo demenciales, cuyo principal efecto a medio plazo es conseguir la desafección del personal más cualificado, es un imperativo moral; y que tener hoy en neonatos, la semana que viene en urgencias y el mes siguiente en consultas externas a una enfermera que hemos contratado para ocupar una plaza “de estructura” es un chollo. La burocracia es ciega (y a menudo incompetente).
Porque los efectos de estas des-políticas, que sin duda son personalmente muy graves para decenas de miles de enfermeras de todas las edades y perfiles, son potencialmente devastadores para el futuro de la profesión y, por tanto, para las organizaciones sanitarias públicas que no son sino empresas cuya base de funcionamiento y rendimiento es profesional: el proceso de crecimiento y construcción profesional de las nuevas generaciones de enfermeras, llamadas a ser el relevo de las baby-boomers que se están jubilando ya a tasas aceleradas, está siendo gravemente amenazado en sus propias bases y ello puede tener consecuencias catastróficas para la pervivencia del profesionalismo sanitario que siempre ha caracterizado a la Enfermería y que en siglo XXI es un factor crítico de supervivencia, ya que es imprescindible una adaptación inteligente y sin pre-juicios a las nuevas realidades en las que se desenvuelven los servicios modernos de salud.
No se puede frivolizar con ciertos temas estratégicos pensando que son “de gestión”: por un lado, hoy en día se dirige y gestiona cada vez más a los profesionales, cuya razón de ser es la de aportar conocimiento facultativo y capacidades autogestoras, como si fueran peones manuales en cadenas de producción tayloristas. El efecto solo puede ser una erosión irrecuperable del profesionalismo  –léase si se prefiere, en el caso sobre todo de las enfermeras, la aceptación normalizada del chantaje emocional– que es el único mecanismo conocido de implicación de los profesionales sanitarios en políticas de racionalización de sus propias prácticas que van contra sus culturas y costumbres más acendradas.
Pero, por otro lado, estas nuevas dinámicas laborales y profesionales que se llevan generando y asentando más de 15 años y han alcanzado su clímax durante los últimos cinco, han modificado de manera muy intensa la realidad sociológica de la profesión y tienen un impacto que va más allá de lo cuantitativo (menos plantillas, menos empleo estable y de calidad; más ‘desemprecarios’ y profesionales expulsados del sistema), representando un verdadero cambio cualitativo. Una simple comparación de las pirámides sociales profesionales de hace 30 años con las actuales explica a quien quiera escucharlo que se está produciendo un cambio brutal con consecuencias evidentes en los valores y actitudes der las nuevas cohortes de enfermeras.
Aquellos líderes profesionales legalmente reconocidos o "sin papeles", que no reconozcan que es preciso poner en primer plano de la acción colectiva una oposición firme a esta acción desprofesionalizadora de las burocracias sanitarias, poniendo sobre la mesa alternativas racionales y sensatas, no solo han dejado de aportar  sino que comienzan a constituir un grave peligro para su profesión. Son también burócratas ciegos.


El lunes , quinta entrega: "(5) La pirámide social"




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