martes, 2 de julio de 2019

Élites profesionales, ‘que todo quede en casa’: el caso de la Farmacia


En 2010 recibí un encargo profesional para presentar un dossier sobre la profesión enfermera. Este encargo fortuito dio lugar a mi publicación La enfermería frente al espejo: mitos y realidades (Fundación Alternativas, 2010) en la cual mezclaba mis dos almas profesionales: la investigadora y la consultora. Quiero decir que no se trataba de un texto meramente descriptivo o neutral, sino que también me atreví a dar una serie de pistas para que la profesión pudiera debatir y progresar frente a un inmovilismo radical de sus élites profesionales.


Naturalmente, algunas de mis proposiciones disgustaron a estas élites, pero pude debatir intensamente con la profesión, en artículos, posts y redes sociales y presencialmente, en decenas de conferencias y mesas redondas a lo largo de todo el país. Hasta que se acabó la diversión: llegó el comandante y mandó a parar: el Consejo General enfermero interpuso una querella penal contra mi persona por injurias y calumnias y aunque fui absuelto en instancia y en apelación, dio sus resultados, ya que –aparte de los costes de defensame expulsó del debate y, así, las aguas volvieron a su cauce. Que todo quede en casa es muy importante para las élites que intentan secuestrar el sentir y el pensar de la profesión. De hecho, en la vista oral de juicio el presidente enfermero pidió a la magistrada que no me dejara opinar con el argumento de que «ni siquiera es enfermero

Haciendo balance, creo haber aportado bastante a las enfermeras y a su profesión durante estos años, haber avivado un debate que solo con aportaciones internas hubiera sido mucho más limitado, menos autocrítico y más repetitivo del argumentario oficial.

Como verán, por lo anterior, tengo gran experiencia personal para hablar sobre el gran temor de las élites profesionales a la entrada de intrusos que aporten una mirada externa, limpia y libre de sesgos en los debates internos. Es cierto que el de la enfermería en aquellos años se trababa de un caso extremo de corrupción y matonismo que no se da –¡espero!– en otros gremios, menos aún en el que voy a traer a escena a continuación.

Por otra de esas casualidades, hace unos 15 meses recibí otro encargo profesional que me introdujo en una profesión bastante ignorada para mí –la profesión médica la tenía más que estudiada desde años antes, por ejemplo–: la profesión farmacéutica; en concreto, los farmacéuticos comunitarios (los profesionales que trabajan en las oficinas de farmacia, para quienes no estén familiarizados con esta terminología, adoptada en casi todo el mundo y que por aquí parece molestar bastante). Al sumergirme por vez primera en el tema encuentro materia muy interesante para un sociólogo de las profesiones y decido profundizar, dedicando buena parte de esos cinco o seis meses a lo que considero un ámbito de estudio inspirador. No solo por motivos intrínsecos –se trata de un objeto de estudio fascinante: el alma de investigador–, sino también extrínsecos –la detección de unas dinámicas un tanto endiabladas para todos los agentes directa o indirectamente implicados: el alma de consultor–.

Fruto de aquel encargo fue el libro Atención farmacéutica: mitos y realidades, un texto un tanto producto de la urgencia ante el enorme cisma producido dentro del entorno profesional sanitario, especialmente entre las organizaciones farmacéuticas –y su entorno– y enfermeras, una disputa de jurisdicciones, como diría Abbott, basada más en insultos y descalificaciones globales que en hechos y reflexiones (y con aportaciones esporádicas, pero no inocuas, de organizaciones médicas.)

Aquel libro obtuvo muy poco alcance (excepto entre las organizaciones enfermeras), lo cual es posible que le proporcionara, en aquel contexto fratricida, un cierto halo de informe pro-enfermero y, por tanto, anti-farmacéutico. Nada más lejos de la realidad, pero lo cierto es que, desde un punto de vista comercial –recuperar, y a ser posible rentabilizar, la importante inversión realizada–, aquello fue un desastre.

Pero como dicen que el humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, cuando mi editora me sugiere actualizar la segunda edición “a ver si así funciona mejor”, lo que hago es pedirle un mes… que se convierten en cuatro. Y hace un par de semanas lanzamos Atención Farmacéutica en España. Agentes, estrategia y políticas. En este tiempo he podido bucear algo más en las relaciones con el entorno sanitario y, sobre todo, obtener más conocimiento sobre la evolución histórica de la farmacia comunitaria, en España y también internacionalmente.

La conclusión fundamental del dossier es que la estrategia del lobby de la atención farmacéutica (AF) está profundamente equivocada y puede resultar dañina; sobre todo para la propia farmacia comunitaria, pero también para las políticas profesionales cooperativas y en definitiva para el propio sistema de salud. Estoy (intelectualmente) convencido de que un rol extendido de las farmacias dentro de sus áreas de conocimiento y expertise sería importante para el Sistema Nacional de Salud, para los ciudadanos y también para los propios farmacéuticos; pero también de que el mantra estratégico de una AF voluntaria y retribuida, si bien parece funcionar como gancho interno porque promete mucho a cambio de poco, es inviable en términos sanitarios, sociales y financieros y además resulta incompatible con la defensa a ultranza del modelo español de farmacia comunitaria que parece asumir la mayor parte de la profesión.

Desde un enfoque meramente empírico, la evidencia de que en los últimos años no se ha avanzado mucho (más allá de declaraciones retóricas) en la hoja de ruta marcada en el Documento de Consenso de 2008 y refinada en la Declaración de Córdoba de 2014 recomienda no seguir insistiendo acríticamente en una estrategia tan frustrante.

Para muestra, unos reciente botones: solo en el último año la farmacia comunitaria ha visto convertirse lo que parecía todo un camino de rosas en uno solo de espinas, con cinco proyectos, todos ellos importantes, claramente frustrados.

Las leyes de farmacia de Madrid y Galicia, presentadas como punta de lanza del movimiento de la AF –un intento de desbordar el estrecho marco normativo estatal por la vía de los hechos, con la complicidad de algunas administraciones autonómicas–, se han quedado, simplemente, en nada (y en el caso de Madrid con el coste añadido de una seria fractura entre el Colegio de Madrid y el Consejo General). Por lo que respecta a Galicia, la transformación, a muy última hora y sin avisar, de que a determinados pacientes «se les podrá presentar una atención farmacéutica domiciliaria» por «podrán serles dispensados medicamentos en su domicilio, con entrega informada» recuerda a lo que sucedió con el decreto de 'prescripción enfermera' en 2015.

También se frustró el prometedor Decreto valenciano que regula la concertación de servicios profesionales farmacéuticos asistenciales, simplemente por la inclusión de una subordinada («dentro de las definidas en el artículo 86 del Real decreto legislativo 1/2015, de 24 de julio, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios, y demás normativa aplicable»). Rectificación in extremis que, por cierto, no ha impedido que los consejos General y Autonómico de Enfermería hayan recurrido la norma (como también el sindicato CSIF.)

Añadamos dos asuntos más, uno simbólico, claramente político el otro.

El primero es el caso de El Boalo, que se había convertido en todo un símbolo de la AFD, donde la Comunidad de Madrid suspendióun convenio mediante el cual la farmacéutica titular prestaba servicios asistenciales; la frustración del colectivo profesional fue patente y las reacciones, no exentas de una demagogia impropia de ciertos titulares: «¿Quién se ocupará ahora de las personas muy mayores de El Boalo? En El Boalo hay 6 personas mayores de 85 años que no existen para algunos partidos de la Asamblea de Madrid».

El segundo es la redacción final del Marco estratégico para la atención primaria y comunitaria aprobado por el Consejo Interterritorial del SNS y publicado por el Gobierno en el BOE del 7 de mayo pasado, que supone un refuerzo de los farmacéuticos de atención primaria frente al papel subordinado de la farmacia comunitaria, reconocida como agente muy de de pasada, con una sola mención en sus seis líneas estratégicas, 23 objetivos y 100 acciones: «La farmacia comunitaria puede desarrollar su papel de agentes de salud, en coordinación con los y las médicos/as, enfermeros/as y farmacéuticos/as de los EAP, para favorecer un mejor uso de los medicamentos».

No es muy difícil, si uno emplea el tiempo, documentación y neuronas suficientes y procura atender a los hechos, antes que a las emociones, darse cuenta de que el Foro liderado por el CGCOF y la SEFAC está siguiendo una hoja de ruta absolutamente errónea que no ha permitido ningún avance significativo en diez años en la senda de la atención farmacéutica asistencial y los servicios profesionales farmacéuticos asistenciales. A pesar de los ingentes recursos, esfuerzos y empeños de sus protagonistas. Frustración que es expresada, con desesperación y melancolía, por ellos mismos: «No podemos seguir haciendo pilotos y que nos sigan acusando de intrusos».

Ahora bien la alternativa que tiene el Foro es continuar diciendo –y vendiendo al colectivo profesional– que los malos son los otros; que es por culpa de los otros que la farmacia asistencial no avanza; que por algún motivo sospechoso –en un sector donde lo sospechoso acostumbra a estar a este lado del río– la administración no nos escucha y hace más caso a los otros. Y que nosotros, con nuestros pilotos y nuestros stands, seguimos haciendo profesión.

Entiendo que no es fácil aceptar que venga alguien de fuera y te ponga frente al espejo de una realidad que no tiene nada que ver con el discurso oficial. Es cierto que todo esto molesta. Que desde dentro de la profesión no se dicen así las cosas, que se adornan, se suavizan y se empatizan. Pero, aun simpatizando con esta profesión tan fundamental en las políticas de salud (y sociales), creo que es mucho más importante que los farmacéuticos puedan conocer otra visión, documentada y argumentada, porque en mi caso es un relato basado en pruebas, no en deseos (ni positivos ni negativos). Y, en este campo, el del estudio de las profesiones sanitarias, no soy precisamente un mindundi, sino un referente (con perdón por la inmodestia.)

De ahí que el método de distribución pensado para el dossier fuera de carácter corporativo, de manera que las entidades corporativas y científicas (colegios y sociedades) pudieran entablar un diálogo o debate con sus representados. Una propuesta ingenua, claro, pero congruente con el propósito de la obra y con las convicciones del autor. Como cabía esperar, el dossier –el nuevo, como el anterior– no lo ha comprado hasta la fecha, para distribuir a sus colegiados, ni uno solo de los 52 colegios. Ello responde en la mayoría de los casos, sin duda, a instrucciones o políticas emanadas explícitamente desde la cúpula institucional. Y estas instrucciones llegan hasta los medios de información del sector, a los que se “recomienda” no prestar presencia –incluso cancelando entrevistas programadas– al dossier ni al autor.

Y que, aunque lo mas habitual es que los responsable de los colegios pretendan no darse por enterados –en ocasiones dando las gracias amablemente, incluso descolgando el teléfono, pero diciendo que ‘no interesa’, sin más–, a veces sí dejan traslucir sus percepciones.

Entre el proteccionismo…
«Consideramos que disponemos de suficientes fuentes de información en materia de atención farmacéutica para resolver las cuestiones planteadas por nuestros colegiados.»
… y la pasivo-agresividad:
«No nos interesa gente ajena al sector que venga a decirnos lo que tenemos o no tenemos que hacer
Así que, aunque no pensábamos la editora y yo que fuera necesario porque comprar una licencia para los cientos o miles de colegiados le hubiera costado a cada colegio menos de lo que gastarán 20 de ellos cuando compren esta licencia individual, hemos activado la distribución minorista. Si les interesa acceder al dossier, pueden hacerlo (por 24 €) siguiendo este enlace para el pago con tarjeta o PayPal:


(Si prefieren realizar el pago mediante transferencia bancaria, en este enlace tienen las instrucciones).

Sin duda estará contribuyendo a compensar, como sucedió en el caso de la profesión enfermera, nuestra aportación profesional para ampliar la base de conocimiento sobre el tema y para intentar que las élites profesionales no secuestren un debate más que necesario (y urgente), simplemente para no reconocer que existen aspectos en los que se están equivocando.

Muchas gracias.






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