viernes, 8 de enero de 2016

#EnfermeriaOpina: La prueba del algodón (y 2)

En la anterior entrada dejé pendiente el análisis de la utilización de redes sociales en Internet como posible principal barrera a la participación en este tipo de iniciativas online. Se supone que la difusión básicamente a través de este canal deja a un lado a las enfermeras que no lo utilizan y solo fomentan la participación, hablando ya de nuestra encuesta, de las enfermeras/os que utilizan las redes sociales.


He sugerido, proporcionando algunas pruebas o quizás solo indicios, que una estrategia de difusión bien estructurada puede permitir ir más allá de los círculos "naturales" (los próximos y afines) y acceder a circuitos donde apenas se sabe nada de ti ni de tus posiciones ideológicas o políticas y donde la colaboración en la iniciativa tendrá exclusivamente que ver con el interés que despierte, sin más connotaciones de afinidad o linaje, o con la credibilidad, no tuya, sino de la persona de su propio círculo que invita a participar (prescriptores, siempre tan importantes).

Pero, se nos dice, ello solo se produce si aunque estés lejano participas en las redes sociales, lees blogs y cosas de esas, si no es así jamás podrías tener acceso. De ahí que tengamos que demostrar que existen estrategias de difusión que podrían lograr derribar el Muro de Berlín que separa a estas dos comunidades: 2.0 y 1.0.

Debería decir en primer lugar algo obvio pero que no es infrecuente que se olvide, quizás porque estamos bajo el influjo de un  estímulo constante y seguimos repitiendo, sin darnos cuenta, lo mismo que hace 10 años: hoy no existen de hecho tales barreras objetivas, todo el mundo, especialmente entre nuestra población-diana, está conectado. Otra cosa es para qué se está conectado y cuáles son los intereses o gustos que modulan el uso concreto del mundo de la world wide web.

El 70% de la población adulta española se conecta a Internet alguna vez al mes, el 66% lo hace semanalmente y el 54%, a diario:


Son datos de 2013, extraídos del Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y de la Sociedad de la Información, que solo pueden haber evolucionado en sentido positivo en los dos años transcurridos.



Las tres cuartas partes de los internatutas utilizan las redes sociales, más de la mitad de ellos lo hacen al menos una vez a la semana y más de dos tercios, a diario.


Entre las personas con estudios universitarios, estos porcentajes son sensiblemente mayores: el 93% accede a la Red al menos con periodicidad semanal. Es cierto que las mujeres, que suponen el 85% de los efectivos de enfermería en España, presentan una tasa de actividad en la red ligeramente menor que los varones, pero, a cambio, suelen mostrar mayor interés más por los temas profesionales o que guardan relación. Además, las personas con formación universitaria suponen el estrato de población que con mayor frecuencia accede a la Red por temas profesionales, laborales, formativos, etc..


Nuestra pequeña muestra.

¿Cuáles son las características de nuestra muestra, al respecto? El 81% de nuestras enfermeras y el 93% de nuestros enfermeros afirman entrar en las redes sociales alguna vez a la semana; el 77% y 84%, respectivamente, lo hacen a diario.

El 95% de los usuarios (tanto mujeres como hombres) habituales de las redes sociales las emplean para temas o intereses profesionales. Y el 30% de las mujeres y el 42% de los hombres las utilizan principalmente para ello.

Solo el 6% de los encuestados se declaran no usuarios o usuarios solo esporádicos de las redes, lo cual, unido a lo anterior, significa que tenemos un 13% de encuestados con los que sería altamente improbable que hubiéramos logrado conectar a través de este medio para temas relacionados con su profesión (como, por ejemplo, rellenar una magnífica encuesta sobre prescripción enfermera). Es decir, hemos conseguido llegar a un número no insignificante de gente por canales alternativos a las redes sociales.

Veamos en detalle:

Hemos clasificado a los encuestados en tres grupos, dependiendo de la facilidad para llegar a ellos a través de las redes sociales, teniendo en cuenta dos variables: la intensidad de uso de las propias redes y el grado de prioridad en las mismas a temas de carácter profesional. Y tenemos tres grupos:
  • Acceso fácil.
  • Acceso difícil.
  • Acceso improbable (por no decir, imposible).
En el siguiente gráfico vemos el porcentaje diario de encuestas que corresponden a cada uno de esos perfiles:


Podemos ver, por ejemplo, que Fáciles y Difíciles juegan un mismo juego complementario o competitivo, mientras que Improbables parece ir un tanto a su bola. Bien es cierto que son pocos y que ello explica una cierto erratismo. Pero resulta significativo que el único estímulo al que responden con automatismo estos últimos es precisamente a la petición de difusión por canales alternativos a las redes sociales (fase cuarta).

Revisados los datos en conjunto, es decir, de manera acumulada, este es el escenario:


Es tan evidente como lógico que a mayor insistencia, mayor logro en la captación de las encuestas más difíciles. Pero no se deseche como un argumento ligero, puesto que las redes sociales constituyen un colectivo tan grande que son un vivero inagotable, lo cual tiene una única lectura: no aumentan las encuestas obtenidas fuera de las redes porque estas se agoten como fuente, sino porque estamos llegando a las otras. Al principio, 78 de cada 100 encuestas eran fáciles de conseguir simplemente a través de las redes sociales, pero al final son solo 69, lo cual representa un 12% de descenso. Por el contrario, las encuestas que no se pudieron conseguir manteniendo la insistencia en las redes sociales, aun siendo pocas siempre, pasan de ser un 7% a un 10%, es decir, un incremento del 42%; y el grupo de quienes tienen más o menos las mismas posibilidades de haber sido captados en las redes o fuera de ellas pasan del 15% al 21%, es decir, un 43% más.

En conclusión, podemos hacer una estimación de que en torno a un 15%-20% de las encuestas se han debido obtener al margen de las redes sociales, mediante invitaciones/difusión por mail, chats, foros, mensajería instantánea o incluso en el mundo físico (centros de trabajo, amigos...). Entono mi más sentido mea culpa por no habérseme ocurrido introducir una breve pregunta: "¿a través de qué medio ha obtenido el enlace para acceder a la encuesta online?" o algo así, pero debo decir en mi descarga que mis revisores, sin excepción, calificaron las preguntas sobre redes sociales y chats como puramente superfluas. Como dijo un revisor, "¿esto vale para algo?".


En conclusión.

¿Adolece la encuesta de un sesgo debido a su "mayoritaria aportación de enfermer@s que usamos RRSS y que somos díscol@s con el CGE", como apuntaba no sin razón X.M.Meijome, sesgo que le resta (o anula) validez a la hora de ser admitida como la voz de la enfermería sobre la prescripción enfermera?

Es una pregunta muy difícil de responder. Especialmente porque carecemos de referencias (otras encuestas bien validadas) que nos permitan contrastar algunas otras características de la muestra, más allá de la clara sobre-representación de los hombres y si acaso de algún grupo de edad (aspectos ambos que se corrigen y contrarrestan sencillamente en la tabulación de los datos mediante su equilibrado-ponderación).

Evidentemente, esa tipología enfermeril nutrió los primeros cientos de encuestas contestadas pero creo haber argumentado con datos reales cómo poco a poco, gracias a la persistencia activa durante el período de encuesta, se fue abriendo el campo a otras tipologías profesionales y otros canales de difusión.

Creo (partiendo del análisis detallado de los datos) que ha existido una significativa participación de afiliados al sindicato Satse, organización que como saben forma parte de la Mesa Estatal de Enfermería: siendo idénticas las posiciones mantenidas por Satse y el Consejo General sobre este dislate de prescripción enfermera, no solo son bien distintas - a favor del sindicato-  las valoraciones realizadas, sino que es sensiblemente mayor el nivel de conocimiento autoexpresado sobre dichas posiciones en el caso de Satse:


Por no aburrir más, mi opinión es que la encuesta reproduce de manera bastante fiel los valores, sentimientos, actitudes y opiniones que se producen dentro de la profesión sobre este asunto. El predominio de posiciones críticas es lógico, ya que no ha existido ningún sector dentro de la profesión que haya manifestado su grado de acuerdo. Y aun así, un 12% de los encuestados manifiesta su apoyo moderado (5%) o consistente (7%) a la regulación aprobada. Si algo es seguro es que estas personas no salen de "mis círculos"... al menos de afinidad.


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