lunes, 27 de julio de 2015

Lectura de verano: historia de una enfermera (XIII)

Capítulo VII
El 'cuerpo sufriente' (1)


Recuerdo bastante bien una entrada en tu blog que se titulaba “El alma mística y el cuerpo sufriente”. Lo que te acabo de contar, seguro que lo encuadrarías como parte de esa “alma mística” tan querida a las teóricas de la enfermería (y a muchas almas cándidas que la pululan), pero sé que esperas que te hable también de ese “cuerpo sufriente” que tiene que ver con los muchos y malos inconvenientes de esta profesión. Muchos y malos, algunos muy malos.
Déjame que te ilustre uno de ellos a partir de mi experiencia personal. Para ello creo que tendré que aburrirte un poco más contándote algo más sobre mi biografía profesional, esta vez con un toque algo más personal.
Entré en aquella unidad de diálisis de mi pequeño hospital de provincias en mayo de 1987. Fue un traslado voluntario, consecuencia de una situación muy desagradable (a la que hoy que tanto gustan las palabras en inglés le llamarían mobbing) por parte de un médico adjunto que estaba un poco obsesionado, al principio por mí (no era un pibón, pero tenía mi aquel, no te creas), y luego, al ver que no caía rendida a sus pies (aunque casi cuando se quitaba los zuecos en las guardias, pero era por otras causas menos literarias), por hacerme la vida imposible.
Créeme, Juan. Si un médico le quiere hacer la vida imposible a una enfermera, esta está perdida; sea o no con algo de razón; ni sindicatos, ni junta de personal, ni dirección, ni leches. Solo podía ayudarte una de aquellas supervisoras de raza que eran capaces de pararles los pies porque inspiraban verdadero respeto, incluso a los médicos. Pero eran ya entonces una especie en peligro de extinción... Es igual, me fui y punto. Y me olvidé de él, de hecho no recuerdo ni su nombre.
Como habrás podido apreciar por mi relato, el trabajo en una unidad de Hemodiálisis es realmente duro, constante, exigente técnica y emocionalmente. No es mucho el personal de enfermería –incluyo a las auxiliares, que también llevaban lo suyo– que aguanta más de dos o tres años seguidos. Luego, algunas enfermeras acaban hasta volviendo, cuando se han alejado unos meses o años y han descansado en alguna consulta externa o así y les entra el mono de algo más intenso.


[Próximo capítulo: El cuerpo sufriente (2)]


3 comentarios:

  1. ¡¡Profesión para olvidar!! Mi nueva vida; comenzará en el 2019 ( enero). Ni quiero recordar, ni me interesa nada de este canalleso oficio: "toma pelos" un día "si" y al otro también, y durante casi 42 años. ¡¡¡Qué Dios ampare,a los pobrecillos de los próximos 40 años !!.

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  2. ¿No hay ni un poquito en tu profesión que hayas amado, que te haya estimulado, que te haya hecho sentirte orgulloso, útil, importante, admirado, resolutor... Antonio? Lo siento, espero que te vaya mucho mejor cuando te hayas liberado de ella y ojalá estos cuatro años escasos que te quedan sean misericordiosos (y tú con tus pacientes, si es que aún eres asistencial)... Un cordial saludo.

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  3. Pasé del diez ( en ilusión de futuro), y de los años 80, al cero absoluto de la actualidad y, desde mediados de los 90. Este oficio; por ahora y por muchos años lo tendrá "todo perdido". Culpables: los que todos sabemos y hemos consentido durante tantos años. Las consecuencias: sirvengonzonerías, canallismos, despropositos y ninguneos a la enesima potencia, de los que todos sabemos y, contra los pobres titulados; actuales y antiguos. Es la linea roja, super/estupida y miserable, y en la que nos hemos movido durante tantos años.
    Saludos afectuosos
    Antonio

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