miércoles, 23 de julio de 2014

lab.enf.14: La forma más extrema de precariedad, el desempleo

Presentaba hace un par de días en el blog (Población total y desempleo enfermeros) una panorámica general calculada a partir de algunos inputs de la encuesta sobre la realidad laboral de las enfermeras en España. Ya dije y redije en esa entrada de ayer que la panorámica general sobre el empleo enfermero no era estadísticamente representativa, porque nunca pretendí (¡aunque ojalá hubiera podido!) llegar a tan alto extremo de significación estadística. Pero una vez metidos en los entresijos de la encuesta, trabajando con submuestras, sí puedo decir que disponemos de mucha información estadística con márgenes de error aceptables.
¿Qué quiere decir aceptables? Básicamente que están por debajo del 5% y que, por tanto, cuando proporcionemos un dato sabremos que tendremos que aplicar el másmenos de rigor; pero que una vez aplicado la panorámica general que proporcionaremos será por fin bastante fiable. No ya, solo porque cualquier alternativa estadística es peor, sino porque la panorámica será, por sí misma y en términos estadísticos, perdón por la insistencia, bastante fiable: la realidad no será muy diferente a la que presentamos en nuestras tablas y gráficas.

(Puede consultarse la ficha técnica de la encuesta aquí)

Tenemos información sobre, como dice el título de esta entrada, la forma más extrema de precariedad: las enfermeras y enfermeros que en la semana del 5 al 11 de mayo de 2014 se encontraban sin empleo, queriendo trabajar. Este gráfico nos muestra algunos datos fundamentales de los que hasta ahora carecíamos (pinchar para ver a tamaño real):


Los 419 profesionales sin empleo encuestados (en realidad son 434, pero los 15 restantes no nos propoprcionan información detallada, por lo que los hemos excluido del análisis) que conforman nuestra base de datos suponen un 2,6% de las 16.000 enfermeras que se encontraban en esta situación el pasado mes de mayo, lo cual nos permite trabajar con un margen de error aceptable (±4,7%) y presentar unos datos que grosso modo son bastante fieles a la realidad.

De estos 419 profesionales que no tenían la semana de referencia trabajo como enfermera, 389 (93%) están en situación de desempleo y los 30 restantes (7%) tienen trabajo, pero no como enfermeras sino en puestos sanitarios de inferior cualificación (7 = 23%) o en puestos completamente ajenos al sector sanitario (21 = 70%; los dos que faltan no proporcionaron esta información), es decir, están en situación de subempleo.

85 de los 389 desempleados (22%) y 7 de los 30 subempleados (23%) no han trabajado nunca en puestos de trabajo correspondientes a enfermeras tituladas. Por otro lado, un 82% de los desempleados y un 77% de los subempleados se encuentran en situación de des/subempleo de larga duración, es decir que llevan buscando empleo enfermero más de un año. Para el conjunto de quienes sí han trabajado en algún momento, el tiempo medio que llevan actualmente sin empleo es de 7,9 meses. Y si tomamos en conjunto sus historiales profesionales, solo han dispuesto de algún empleo enfermero el 40% del tiempo que hubieran podido trabajar (esto se refiere solo a quienes sí han trabajado en algún momento; para los otros, obviamente, es el 0%).

Si nos ceñimos únicamente al período junio 2013-mayo 2014, es decir en los últimos 12 meses, un 35% de los desempleados y un 32% de los subempleados no trabajaron ni un solo día; tomados ambos colectivos en conjunto, un 38,4% trabajó menos de tres meses y solo un 2,7% trabajó los 12 meses.

La duración media del último contrato que tuvieron fue de 3,8 meses, pero del total de contratos un 43% tuvo una duración inferior a 15 días y el 59%, inferior a un mes. Solo un 13% tuvo una duración superior a seis meses. Un 16% de quienes trabajaron alguna vez los últimos 12 meses firmó más de cinco contratos sucesivos en el período y un 10%, más de 10.

Llama la atención el hecho de que mientras que solo un 2% de los desempleados afirma no estar inscrito en ninguna bolsa de empleo, el porcentaje de quienes reconocen no estar inscritos como demandantes de empleo en los servicios autonómicos públicos de empleo asciende hasta el 24% de quienes responden a esta pregunta del cuestionario (un 12% no lo hizo). Este fenómeno es más característico entre quienes apenas si llevan tiempo en desempleo en el momento de responder al cuestionario (el 40% de quienes llevan menos de un mes) y de quienes llevan ya más tiempo (el 31% de quienes llevan más de un año, pero no llegan a dos), descendiendo entre quienes llevan más de dos años (17%), probablemente por el hecho de que hayan podido acceder a algún tipo de subsidio por desempleo de larga duración (como la Renta Activa de Inserción).

Ello es una muestra contundente de la frustración que produce la absoluta ineficacia, por no decir nulidad, de unos servicios públicos de (des)empleo que han renunciado de raíz a su esencia como gestores de las políticas activas de empleo, bien en su vertiente de búsqueda de empleo, bien en la de mejora de la capacitación profesional y la empleabilidad, limitándose a un burocrático rol de administradores de prestaciones y subsidios.

Siguiendo con los registros, en este caso las bolsas de empleo, no llegan a la cuarta parte las enfermeras sin empleo que están apuntadas a una sola bolsa, estando apuntadas de promedio a 2,3: 87% en las bolsas del servicio de salud de su provincia y 35% también en las de otras provincias y CCAA. Las bolsas de empleo del sector privado (más bien servicios de búsqueda de empleo, ETT, etc.) son menos utilizadas: entre un 26% en las de la misma provincia, un 20% en las de otras provincias y CCAA y apenas un 1,3%, en las de algún país extranjero.

Finalmente, mientras que el porcentaje de enfermeras con trabajo (fijo o no fijo) que reconocen no estar colegiadas apenas llega al 10%, en el caso de las enfermeras desempleadas asciende al 33% y en el de las subempleadas, al 27%. Podríamos decir que sucede con los colegios de enfermería, en términos generales, lo mismo que con respecto a los servicios públicos de empleo, aunque con un agravante: es obligatorio estar inscrito (y pagar una cuota). Si los colegios generalizaran una cuota realmente mínima y ofrecieran servicios realmente útiles para el sector más desprotegido de la profesión, esta situación revertiría sin duda.

Aunque las reducidas muestras no nos permiten aportar un análisis estadísticamente solvente por comunidades autónomas, sí apreciamos claramente que se trata de un fenómeno que afecta más a determinadas CCAA y apenas nada a otras. Y no tiene únicamente que ver, al menos en todos los casos, con las tasas de desempleo, ya que la correlación entre ambos parámetros (desempleo y descolegiación) no es tan robusta como supondríamos; es decir, que probablemente existan factores intrínsecos a los propios colegios o relacionados con ellos.

En fin, todos estos datos nos dan una idea bastante cruda del grave trastorno político etiquetado como precariedad laboral. Sin embargo, este colectivo de 434 des/subempleados son solo una cara de la moneda; en la próxima entrada hablaré de la otra cara, la de los 632 encuestados que en la semana de referencia sí tenían un puesto de trabajo de enfermera pero que igualmente sufren en buena medida estas políticas de precarización por no disponer, como se dice en la jerga estatutaria, de una plaza en propiedad (o en la laboral, de un empleo fijo).


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