jueves, 18 de julio de 2013

¿"Profesionales" de la política?

Esta entrada fue inspirada por un interesante artículo de opinión que publicaba el otro día el diario EL PAÍS, bajo el título Con R de Rubalcaba, que, a mi juicio, adolecía de una visión demasiado individualista, ausente de él la dimensión colectiva o grupal. Comentaba el articulista (Antonio Gutiérrez-Rubí) las razones por las que Alfredo Pérez Rubalcaba [APR] decidió dar un paso al frente cuando a ZP finalmente se le le desplomó el cielo sobre su cabeza (y sobre las nuestras de paso)
. Dice el artículo:
En este contexto, Rubalcaba asumió el reto electoral como una responsabilidad y un sacrificio personal. El hundimiento de las expectativas de voto propias y la enorme movilización del voto del PP, así como la ley no escrita del ciclo electoral, hacían inútil cualquier esfuerzo. Ese era el estado de ánimo. No se pretendía ganar, porque se sabía que no se podía ganar. Se trataba de aguantar el golpe y salvar los muebles. El resultado de aquellas elecciones fue rotundo: mayoría del PP y el peor resultado histórico del PSOE. Cuando se juega a empatar, casi siempre se acaba perdiendo por goleada.
Si este sacrificio tuvo sentido en su momento, ¿qué le pasa ahora por la cabeza a APR para empecinarse en seguir como un autómata programado, cuando todos (¿menos ellos?) coincidimos en un par de evidencias: que si "la marca PSOE parece resistir algo mejor el deterioro de los dos grandes partidos, la suya personal reacciona peor, incluso por debajo de la del presidente, Mariano Rajoy" y que "los electores quieren algo más que alternancias: quieren alternativas. Resistir…, y esperar, no es una buena receta"?

Es evidente que APR, de quien no cabe sospechar sobre su bonhomía y decencia, no es ni será jamás una alternativa real. Y él, antes que nadie, debería saberlo. Claro que para ello hay que tener una cierta altura de miras y alcanzar una cierta visión objetiva y desapasionada de la realidad.

¿Mira realmente APR hacia afuera, hacia la calle, a los empleados sin empleo y tantos también sin prestación, los universitarios sin beca, los alumnos de la pública sin comedor, los investigadores sin laboratorios, los inmigrantes sin sanidad, las pymes sin financiación, los desahuciados sin casa, los ciudadanos sin esperanza? ¿Cree que hoy por hoy o en un corto plazo  -¿acaso existe hoy algún otro plazo que no sea el  corto?-  su permanencia va a ser útil para permitir que la gente entrevea una alternativa, si no buena, siquiera menos indecente que la actual cleptocracia de los golfos apandadores?

Si se me permite utilizar otra aproximación complementaria a la realidad, la que tiene que ver con las dinámicas organizacionales, es materialmente imposible que APR, hoy en día rehén de sus decisiones más trascendentales del pasado inmediato, pueda estar mirando hacia el mundo exterior. Las decisiones tienen consecuencias y cuando decidió, tras ganar las primarias del PSOE, rodearse en su núcleo duro político-personal de gentecilla sin sustancia política, fontaneros del partido que nunca han vivido realmente a la intemperie y/o trepas sin historia ni futuro, sin otro oficio aunque sí, quizás, beneficio, y sin una visión moral y filosófica del Estado, de la Sociedad y de la Política, entonces decidió que iba a ser ciego a toda luz que no filtraran estos miopes ojos y sordo a toda voz que no dejaran pasar estos oídos sectarios, y que su feedback, las pistas para interpretar las voces de la calle, iba a provenir de gente que lleva tantos años viviendo ante, bajo, con, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, sobre y tras el aparato del partido que o nunca ha sabido  -la mayoría-  o ya no sabría vivir sin él; es decir, vivir de esa cosas normales de las que vivimos el común de los mortales, nuestra profesión, nuestro oficio, con las responsabilidades y obligaciones que conllevan.

¿Son estos los famosos profesionales de la política? No, ni siquiera eso; no son profesionales, la política para ellos es una ocupación remunerada, posiblemente vocacional en sus orígenes, sin mayores exigencias técnicas o de formación continuada ni responsabilidades personales ante sus empleadores y sus clientes, cuya única habilidad básica consiste en saber estar en el momento adecuado en el lugar adecuado e ir cambiando de fidelidades para que cuando a rey muerto, rey puesto, sea posible seguir cobrando una nómina: si es, como toca ahora, en tareas más distinguidas y con mejor caché y visibilidad pública, estupendo; si no, ya aparecerá algún buen destino donde no sea necesario pasar un exigente proceso de selección de personal para seguir desempeñando el oficio  -este, sí-  más antiguo del mundo.

Por si a alguien le caben dudas, esta es la elocuente imagen que deja el núcleo duro rubalcabiano (click para ampliar):



Su promedio de edad (excluyendo a APR) es de 45 años; también como promedio, accedieron a su primer cargo en el partido a los 28 años, de manera que llevan 17 años sin dejar de percibir una nómina, sea del partido, sea de las instituciones públicas en las que el partido gobernaba. Si descontamos los 18 años hasta la mayoría de edad, han pasado a disposición del partido el 65% de su vida adulta, porcentaje que en el caso de la segunda (Vicesecretaria General) y el tercero (Secretario de Organización) de a bordo se eleva hasta el 75%: o sea, toda una vida. Y ambos carecen, al igual que el secretario del Grupo Parlamentario del Congreso, de vida civil: nunca, salvo quizás anecdóticamente, han trabajado en nada que no sea la política partidista. Los otros dos, al menos, se han curtido algo en los movimientos sociales (aunque más bien como ejecutivos, que como curritos). La Vicesecretaria General, no es que no tenga profesión u oficio, es que ni siquiera tiene una titulación, universitaria o de cualquier otro tipo. Y todos menos uno han llegado a los puestos directivos mediante la vía orgánica: el escalafón dentro del aparato.

El problema principal no es de gestión interna: es que APR no eligió solo gestores de la organización, sino presencias sociales del partido, su misma imagen y la de su idea de futuro; gente que sale en los telediarios y las ruedas de prensa mostrando a la sociedad lo que es un partido, unos líderes, un programa. Una alternativa.

Y para que no se piense que este mal se limita al núcleo duro, esta es una descripción del conjunto de la  Comisión Ejecutiva Federal, donde evidente y afortunadamente hay más excepciones a este estándar rubalcabista (ampliar):


Baste decir que la mitad de sus miembros no han tenido vida civil. Que uno de cada cinco no tiene una titulación académica, del nivel que sea; y que solo en uno de cada cinco  -pero no los mismos, evidentemente-  se puede rastrear vida antes del partido, es decir, inteligencia independiente. En conjunto, llevan el 68% de su vida adulta a disposición  -y cobrando- del partido.

Ya sé que hablar del PSOE cuando el cielo de la desvergüenza y la corrupción se está desplomando sobre las cabezas populares puede parecer una estrategia de tinta de calamar, más propia del ABC o Intereconomía que de este blog. Pero la realidad es que, a mí por lo menos, cuanto más próxima veo la posibilidad de una mascletá popular que reviente la romería marianista, más me asusta comprobar en las manos de qué profesionales está depositada en estos momentos una pretendida alternativa de progreso (¿?). Y no me refiero especialmente a APR (que también): urge una regeneración intelectual de la izquierda realmente existente y el paso adelante de gente compometida; sí, de partido, pero no fontaneros, trepas, burócratas o pretendidos profesionales de la política. Personas que sepan hacer política, pero que su oficio y su modo de vida no sea la política y que cuando salgan o les echen del proscenio donde han brillado no hayan perdido en ningún momento de vista cuál es su profesión o su oficio real, el de verdad. Incluso, por qué no si hay tantos ejemplos, que mientras su actividad no sea de estricto primer plano y exija indefectiblemente una dedicación a tiempo completo, compatibilicen ambos mundos, el político y el civil, la ocupación y la profesión.

Y si, de verdad, quieren convertirse en profesionales de la política, entonces que asuman incondicionalmente que ser un profesional supone aceptar una serie de exigencias intelectuales, éticas, competenciales y de rendición de cuentas que forman parte del núcelo básico del profesionalismo.

Porque, como concluye sabiamente Gutiérrez-Rubí, "cuando el cambio exterior es más rápido que el cambio interior, la resistencia no sirve para nada, y solo una adecuada reacción y renovación te permite reparar y recuperar el daño y el tiempo perdido".


PS.- De la situación, corregida y aumentada, en el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular y de los estultos no-profesionales (Cantó-style, para entendernos) que se cuelan a través de las listas de los partidos pretendidamente no convencionales (alguno de ellos presidido por alguien que lleva viviendo de la política 34 años, tres más que Rubalcaba), ya habrá tiempo de hablar... A mí me preocupa el PSOE porque es el partido al que (más por descarte que por convicción, la verdad) vengo votando en las últimas convocatorias electorales. Y querría seguir haciéndolo, pero no si las listas están dominadas por estos perfiles pseudo-profesionales que tan mal rollo me inspiran y de cuyos fundamentos éticos de la vida política tan poco me fío (con todos mis respetos en lo personal: seguro que la mayoría son excelentes padres, hijos, amigos y colegas; pero no lo son míos: lo nuestro es puro contrato).

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